martes, 30 de junio de 2009

Del narcisismo a la madurez (2)

"Al cabo de unas semanas volví a casa de los Florentin a Burton Road, junto a mi madre. Por la noche dormía en la cama de mi padre, junto a la de ella, y velaba por su vida. Mientras oía su llanto ahogado no me dormía; si ella, habiendo conciliado el sueño un momento, volvía a despertarse, su llanto ahogado me despertaba. Por entonces aprendí a quererla, nuestra relación era diferente, yo me convertí en el hijo mayor en más de un sentido. Ella me llamaba y me trataba como tal, y yo tenía la sensación de que confiaba en mí, hablaba conmigo como con nadie más, y aunque nunca me decía nada, yo percibía su desesperación y el peligro en que se hallaba. Me encargué de ayudarla a pasar la noche, yo era el peso que se colgaba de ella cuando no soportaba más su dolor y quería quitarse la vida. Es curioso que yo haya podido vivir así, en rápida sucesión, la muerte y el miedo por una vida amenazada de muerte...


... Yo cuidaba de ella como ella cuidaba de mí, y cuando se está tan cerca de alguien uno acaba desarrollando una sensibilidad infalible para todas las emociones que comparte con esa persona. Por mucho que sus pasiones me desbordaran no le habría dejado pasar un tono falso. No era cuestión de presunción, sino de familiaridad, que me daba derecho a estar vigilante,y yo no dudaba en abalanzarme sobre ella cuando barruntaba alguna influencia extraña, inusual. Durante un tiempo asistió a las conferencias de Rudolf Steiner. Lo que me contaba sobre ellas no sonaba a ella, era como si de pronto hablase un idioma extraño. Yo no sabía quén la animaba a asistir a esas conferencias, no lo hacía por iniciativa propia, y cuando se le escapó el comentario de que Rudolf Steiner tenía algo hipnótico empecé a bombardearla con preguntas sobre él...Me pareció muy insegura, pues yo estaba acostumbrado a que conociera cada sílaba de sus autores, ella que precisamente solía atacar sin piedad a otros acusándolos de tener un conocimiento insuficiente de algún autor y llamándolos charlatanes y atolondrados que lo confundían todo por ser demasiado perezosos y no investigar las cosas hasta el fondo... En el fondo lo más importante para ella era también lo que pudiéramos discutir juntos, sin deformaciones ni retorcimientos, sin prentender algo que todavía no formaba parte de nosotros. No era la primera vez que yo notaba cómo salía ella al paso de mis celos. Además añadió no tenía tiempo para asisitr a esas conferencias...


.. Me ocultaba tenazmente todo lo erótico, el tabú que ella había impuesto sobre este tema en el balcón de nuestra casa de Viena seguía vivo en mí como si Dios mismo lo hubiera proclamado en el monte Sinaí. Yo no preguntaba por ello, nunca mostraba interés, y mientras ella, con ardor y prudencia, me llenaba con todos los contenidos del mundo, aquello que hubera podido confundirme quedaba excluído. Como yo no sabía lo mucho que los seres humanos sienten la necesidad de esta forma del amor, no imaginaba que a ella pudiera faltarle. Ella tenía entonces treinta y dos años y vivía sola, y a mi eso me parecía tan natural como mi propia vida...

..Un segundo bien que mi madre me hizo durante aquellos años compartidos en Zúrich tuvo aún más consecuencias: me ahorró cualquier tipo de cálculo. Nunca le oí decir que hubiera que hacer algo por razones prácticas. No se hacía nada que pudiera ser "útil" para uno. Todas las cosas que yo quisiera aprender eran igualmente legítimas. Me movía al mismo tiempo por cien caminos sin tener que oír que este o aquel era más cómodo, más conveniente o más lucrativo. Lo que importaba eran las cosas en sí y no la utilidad que pudiera extraerse de ellas. Había que ser exacto y escrupuloso y defender una opinión sin hacer trampas, pero había que dedicar esa escrupulosidad a la cosa misma y no la utilidad que de ella pudiera extraerse. Apenas hablábamos de lo que haríamos algún día. Lo profesional se situaba a tal punto en un segundo plano que todas las profesiones estaban abiertas. El éxito no significaba que uno medrase personalmente, el éxito o beneficiaba a todos o no era éxito...



... Mi madre pasó una buena parte de esos dos años en Arosa, en el Waldsanatorium, cuando le escribía le veía flotar como suspendida a gran altura sobre Zúrich, y cuando pensaba en ella miraba involuntariamente hacia arriba. ... Cada semana iban y venian las cartas en las que, al menos por mi parte, nos informábamos de todo. Pero la mayor parte del tiempo yo era independiente de la familia y así surgió otra cosa nueva en su lugar... Yo sentía cada nueva experiencia como algo físico, como una expansión de mi propio cuerpo, a lo que contribuía el hecho de que, aunque yo supiera una serie de otras cosas, lo nuevo no guardaba relación alguna con éstas. Algo separado de todo lo demás venía a instalarse allí donde antes no había habido nada. Una puerta se abría de improviso donde no se esperaba encontrar nada, dejándolo inmerso en un paisaje con luz propia donde todo tenía un nombre nuevo y se expandía más y más... También habían sido liberadas por las nuevas circunstancias de mi vida fuerzas que habían permanecido mucho tiempo supeditadas. Yo ya no vigilaba a mi madre como en Viena y en la Scheuchzerstrasse. Quiza esa hubiera sido también una de las causas de sus enfermedades periódicas. Lo aceptáramos o no, mientras viviéramos juntos tendríamos que rendirnos cuentas mutuamente. Cada uno de los dos no solo sabía lo que hacía el otro, sino que intúía sus pensamientos, y lo que constituía la dicha y la intensidad de esta comprensión era también su tiranía."
De "Historia de una vida. La lengua salvada." Por Elias Canetti.


Perdón, sé que por este camino acabaré con vuestra paciencia. Debo corregirme. Lo haré por obligación en los próximos días que estaré ausente. Tiendo a ello porque realmente me gusta más leer que escribir y porque siempre me parece que nada es comparable a las descripciones de los propios autores, consagrados y admirados por nosotros, que mis pobres palabras para contaros algo de ellos. He escogido esto pasajes de la autobiografía de Canetti, que como sabeis estoy leyendo, en los que relata la relación con su madre, en su adolescencia (tenía 12 años a la sazón), después de la muerte de su padre, cuya poderosa identificación os comenté en una entrada anterior ("del narcisismo a la madurez"). Y lo hago porque me parece que entre los dos relatos se desarrolla una bellísima descripción de la formación de su carácter, sobre la base de un completísimo Edipo que para sí quisiera Freud como analogía, me parece a mi. Canetti cumple en su infancia todos los requisitos que la teoría psicoanalítica aborda para la formación del carácter: desde la lógica líbido narcisista, pasando por fuertes y ricas identificaciónes paternas, dolorosas pérdidas,consiguientes duelos, y devenida madurez. Pero se dá en él una excepcionalidad: habitualmente el niño, el niño que somos, debe hacer ese proceso en su infancia sin sufrir la pérdida real, material, debe renunciar (en ausencia) más o menos pertrechado, con los recursos de que disponga, sin que la fatalidad, como es el caso de Canetti, lo disponga con su imperativo. . En definitiva nos tenemos que arreglar para "matar" a los padres que llevamos dentro, constituídos en "ellos", "superyos" o lo que se tercie, como buenamente podamos y lo que es mas "fuerte", de la calidad de ese tránsito dependen la mayor parte de nuestras herramientas en las madurez y también las características de nuestras neurosis, porque con ambas se completa lo que denominamos nuestro carácter. Veré qué fue pasando con mi autor, estoy en ascuas. Os iré contando. Esdedesear.

lunes, 22 de junio de 2009

Conservar el fuego sagrado

Está siendo un poco largo y prolijo el tema de los cuáqueros, quizás la impresión de pesadez sea menor si nos paramos a pensar que sus principios éticos inspiran a las más importantes organizaciones internacionales de ayuda humanitaria. Hubo cuáqueros cuya implicación personal fue fundamental en la fundación de Greenpeace, Amnistía Internacional y Oxfam (ésta directamente fundada por el cuáquero Edith Pye). Ahí es nada. ¿Que sería el mundo sin ellas? Merece la pena consultar los orígenes de estas organizaciones indispensables para contrarrestar los desatinos de gobiernos y gobernantes. "Conservaron el fuego sagrado" Quizás también Voltaire vió la profunda verdad que sustenta sus convicciones, pues en sus siguientes reflexiones solo dedica una carta "a la religion anglicana"," a los presbiterianos", y "a los socinianos, o arrianos, o antitrinitarios", respectivamente. Aquí os dejo el inicio de la tercera sobre los cuáqueros y la cuarta completa. Y sinceramente, creo que soy bastante cuáquera, o al menos lo intento, porque esdedesear.

"Ya habeis visto que los cuáqueros fechan a partir de Jesucristo, que fue, según ellos, el primer cuáquero. La religión, dicen, se corrompió casi inmediatamente después de su muerte y permaneció en esa corrupción alrededor de mil seiscientos años; pero había siempre algunos cuáqueros ocultos en el mundo, que se cuidaban de conservar el fuego sagrado apagado en todos los demás sitios, hasta que al fin esta luz se extendió en Inglaterra en el año 1642.
En el tiempo en que tres o cuatro sectas desgarraban Gran Bretaña con guerras civiles emprendidas en nombre de Dios, un tal Georges Fox, del condado de Leicester, hijo de un obrero de la seda, se dedicó a predicar como un verdadero apóstol, según el mismo pretendía, es decir, sin saber leer ni escribir; era un joven de veinticinco años, costumbres irreprochables, y santamente loco. Estaba vestido de cuero de los pies a la cabeza; iba de pueblo en pueblo gritando contra la guerra y contra los clérigos. Sino hubiese predicado más que contra las gentes de guerra, no hubiera habido nada que temer; pero atacaba a las gentes de la Iglesia; pronto fue encarcelado. (sigue la tercera carta)

(De la cuarta carta)
Más o menos por ese tiempo apareció el ilustre Guillermo Penn, que estableció el poder de los cuáqueros en América, y que les hubiera hecho respetables en Europa, si los hombres pudiesen respetar la virtud bajo apariencias ridículas; era hijo único del caballero Penn, Vicealmirante de Inglaterra y favorito del duque de York, desde Jacobo II.
Guillermo Penn, a la edad de quince años, encontró un cuáquero en Oxford, donde hacía sus estudios; ese cuáquero le persuadió, y el joven , que era vivo, y de natural elocuente, y que tenía nobleza en su fisonomía y en sus maneras, ganó pronto a algunos de sus camaradas. Estableció sin ser notado una Sociedad de jóvenes Cuáqueros, que se reunían en sus casa; de tal suerte que se encontró siendo jefe de secta a la edad de dieciseis años.
De vuelta a casa de su padre el Vicealmirante al salir del colegio, en lugar de postrarse de rodillas delante de él y de pedirle su bendición, según el uso de los ingleses, le abordó con el sombrero en la cabeza, y le dijo: "Amigo, me alegro mucho de verte bueno". El Vicealmirante creyó que su hijo se había vuelto loco; pronto se dió cuenta de que era cuáquero. Puso en práctica todos los medios que la prudencia humana puede emplear para decidirle a vivir como otro cualquiera; el joven sólo respondió a su padre exhortándole a que él también se hiciera cuáquero.
Finalmente el padre se avino a no pedirle otra cosa sino que fuese a ver al Rey y al Duque de York con el sombrero bajo el brazo y que no les tutease. Guillermo respondió que su conciencia no se lo permitía y el padre, indignado y presa de desesperación, le echó de su casa. El joven Penn agradeció a Dios lo que sufría ya por su causa; se fue a predicar a la ciudad, donde hizo muchos prosélitos.
En los sermones de los ministros había cada día más claros; y como Penn era joven,hermoso y bien hecho, las mujeres de la Corte y la villa acudían devotamente para oírle. El patriarca Georges Fox vino del fondo de Inglaterra a verle a Londres por su reputación; los dos resolvieron irse a misionar a países extranjeros. Se embarcaron para Holanda, después de haber dejado obreros en número suficiente para cuidar la viña de Londres. Sus trabajos tuvieron un feliz éxito en Amsterdam, pero lo que les hizo más honor y lo que puso más en peligro su humildad, fue la recepción que les hizo la Princesa Palatina Elizabeth, tía de Jorge I, rey de Inglaterra, mujer ilustre por su espíritu y por su saber, y a la que Descartes había dedicado su novela de filosofía.
Vivía ella entonces retirada en La Haya, donde vio a esos amigos, pues así es como llamaban entonces a los cuáqueros en Holanda; tuvo varias conferencias con ellos, predicaron a menudo en su casa y, si no hicieron de ella una perfecta cuáquera, confesaron por lo menos que no estaba lejos del reino de los cielos.
Los amigos sembraron también en Alemania, pero recogieron poco. No gustó mucho la moda de tutear, en un país, donde siempre hace falta tener en la boca los términos de Alteza y de Excelencia.
Penn volvió pronto a Inglaterra, al tener noticia de la enfermedad de su padre; llegó a recoger su último suspiro. El Vicealmirante se reconcilió con él y le abrazó con ternura, aunque fuese de una religión diferente; Guillermo heredó grandes bienes, entre los que se encontraban deudas de la Corona, por adelantos hechos por el Vicealmirante en expediciones marítimas. Nada era menos seguro entonces que el dinero debido por el Rey; Penn se vio obligado a ir a tutear más de una vez a Carlos II y a sus ministros, para conseguir su pago. El gobierno le dio, en 1680, en lugar de dinero, la propiedad y la soberanía de una provincia de América, al sur de Maryland: aquí tenemos a un cuáquero hecho soberano. Partió para sus nuevos estados con dos barcos cargados de cuáqueros que le siguieron. Se llama desde entonces al país Pennsilvania, por el nombre de Penn. Allí fundó la ciudad de Filadelfia, que hoy es muy floreciente. Comenzó por hacer una liga con sus vecinos americanos. Es el único tratado entre esos pueblos y los cristianos que no haya sido jurado y que no haya sido roto. El nuevo soberano fue también el legislador de Pennsilvania; dio leyes muy sabias, ninguna de las cuales ha sido modificada desde entonces. La primera es no maltratar a nadie con motivo de su religión, y mirar como hermanos a todos los que creen en un Dios.
Apenas hubo establecido su gobierno cuando varios mercaderes de América vinieron a poblar esa colonia. Los naturales del país, en lugar de huir a los bosques, se conciliaron insensiblemente con los pacíficos cuáqueros: tanto como destestaban a los otros cristianos conquistadores y destructores de América, amaban a estos recién llegados. En poco tiempo, gran número de esos pretendidos salvajes, encantados por la mansedumbre de sus vecinos, fueron en masa a pedir a Guillermo Penn que los recibiera como vasallos suyos. Era un espectáculo completamente nuevo, ese soberano al que todo el mundo tuteaba, y a quien se hablaba sin descubrirse uno, un gobierno sin sacerdotes, un pueblo sin armas, ciudadanos completamente iguales, semejantes a la Magistratura, y vecinos sin envidias.

Guillermo Penn podía gloriarse de haber traído a este mundo la edad de oro de la que tanto se habla, y que probablemente no ha existido más que en Pennsilvania. Volvió éste a Inglaterra por asuntos de su nuevo país, a la muerte de Carlos II. El rey Jacobo, que había amado a su padre, tuvo el mismo afecto por el hijo, y no le consideró como un secretario oscuro sino como un muy gran hombre. La política del rey coincidía en esto con sus gustos; deseaba halagar a los cuáqueros aboliendo las leyes hechas contra los no-conformistas, a fin de poder introducir la religión católica a favor de esta libertad. Todas las sectas de Inglaterra vieron la trampa y no se dejaron coger en ella; siempre están unidas contra el catolicismo, su enemigo común. Pero Penn no creyó deber renunciar a sus principios para favorecer a los protestantes que le odiaban contra un rey que le amaba. Había establecido la libertad de conciencia en América; no quería parecer intentar destruirla en Europa; permaneció pues fiel a Jacobo II, hasta el punto de que fue generalmente acusado de ser jesuita. Esta calumnia le entristeció sensiblemente; se vio obligado a justificarse con escritos públicos. Sin embargo, el desdichado Jacobo II, que como casi todos los Estuardos era una mezcla de grandeza y debilidad, que como ellos hizo demasiado y demasiado poco, perdió su reino sin que pudiera decirse como sucedió la cosa.

Todas las sectas inglesas recibieron de Guillermo II y de su Parlamento esa misma libertad que no habían querido obtener de manos de Jacobo II. Fue entonces cuando los cuáqueros comenzaron a gozar, por la fuerza de las leyes, de todos los privilegios de los que están hoy en día en posesión. Penn, después de haber visto finalmente su secta establecida sin disputa en el país de su nacimiento, volvió a Pennsilvania. Los suyos y los americanos le recibieron con lágrimas de alegría como a un padre que volvía a ver a sus hijos. Todas sus leyes habían sido religiosamente observadas durante su ausencia, lo que no le había ocurrido a ningún legislador antes de él. Permaneció varios añós en Filadelfia; partió finalmente a su pesar para ir a solicitar a Londres nuevas ventajas en favor del comercio de los pennsilvanos; vivió a partir de entonces en Londes hasta una extrema vejez, considerado como el jefe de un pueblo y de una religión. No murió hasta 1718.
Se conservó a sus descendientes las propiedad y el gobierno de Pennsilvania, y a ellos vendieron al rey del gobierno por doce mil piezas de oro. Los asuntos del rey sólo le permitieron pagar mil. Un lector francés creerá quízá que el ministro pagó el resto en promesas y se apoderó de todos modos del gobierno; nada de eso; como la Corona no había podido satisfacer en el tiempo marcado el pago de la suma completa, el contrato fue declarado nulo y la familia de Penn recuperó sus derechos.
No puedo adivinar cuál será la suerte de la religión de los cuáqueros en América, pero veo que se depaupera diariamente en Londres. En todo país la religión dominante, cuando no persigue, acaba a la larga por absorber a todas las otras. Los cuáqueros no pueden ser miembros del Parlamento, ni poseer ningún oficio, porque habría que prestar juramento y ellos no quieren jurar. Se ven reducidos a la necesidad de ganar dinero por medio del comercio; sus hijos, enriquecidos por la industria de sus padres, quieren gozar, tener honores, botones y bocamangas; se avergüenzan de ser llamados cuáqueros y se hacen protestantees para estar a la moda"
De "Cartas Filosóficas. Sobre los cuáqueros." Por Voltaire.

viernes, 19 de junio de 2009

Un poco cuáqueros, pero no lo bastante.

"Tal fue más o menos la conversación que tuve con este hombre singular; pero tuve ocasión de sorprenderme mucho más cuando, el domingo siguiente, me llevó a la iglesia de los cuáqueros. Tienen varias capillas en Londres; aquélla a la que yo iba estaba cerca del famoso pilar llamado el Monumento. Estaban ya reunidos cuando entré con mi guía. Había alrededor de cuatrocientos hombres en la iglesia y trescientas mujeres; las mujeres se ocultaban el rostro con su abanico; los hombres estaban cubiertos con sus anchos sombreros; todos estaban sentados, todos en un profundo silencio. Pasé entre ellos sin que ni uno levantase los ojos hacia mí. Este silencio duró un cuarto de hora. Al fin, uno de ellos se levantó , se quitó el sombrero, y, después de ciertas muecas y ciertos suspiros, profirió, mitad con la boca y mitad con la nariz, un galimatías que él creía sacado del Evangelio, en el que ni él ni nadie entendía nada. Cuando ese contorsionista hubo acabado su precioso monólogo, y la asamblea se hubo separado completamente edificada y completamente estúpida, pregunté a mi hombre por qué los más sabios de entre ellos soportan semejantes tonterías. "Estamos obligados a tolerarlas, me dijo, porque no podemos saber si un hombre que se levanta para hablar estará inspirado por el espíritu o por la locura; en la duda, lo escuchamos todo pacientemente, permitimos hablar incluso a las mujeres. A veces dos o tres de nuestras devotas se encuentran inspiradas a la vez; y entonces se arma un buen jaleo en la casa del Señor.- ¿Entonces no teneis sacerdotes?, le dije- No, amigo mío, me dio el cuáquero, y nos encontramos muy bien así. No quiera Dios que nos atrevamos a ordenar a alguien rcibir al Espíritu Santo el domingo, con exclusión de los restantes fieles. Gracias al Cielo, somos losúnicos en la tierra que no tenemos sacerdotes. ¿Quisieras quitarnos una distinción tan feliz? ¿Por qué entregaríamos nuestro hijo a nodrizas mercenarias, cuando tenemos leche que darle? Esas mercenarias dominarían pronto en casa. Y oprimirían a la madre y al hijo. Dios ha dicho: Habeis recibido gratis, dad gratis. ¿Vamos después de esta frase a mercadear con el Evangelio, a vender al Espíritu Santo, y hacer de una asamblea de cristianos una tienda de mercaderes? Nosotros no damos dinero a hombres vestidos de negro por asistir a nuestros pobres, enterrar a nuestros muertos, predicar a los fieles; esos santos empleos nos son demasiado queridos para descargarlos sobre otros.



-Pero, ¿cómo podeis discernir, insistí, si es el Espíritu de Dios el que os anima en vuestros discursos?-Cualquiera,dijo él, que ruegue a Dios para que lo ilumine, y que anuncie las verdades evangélicas que sienta, ese puede estar seguro de que Dios le inspira". Entonces me abrumó con citas de la Escritura que demostraban, según él, que no hay cristianismo sin una revelación inmediata, y añadíó estas palabras notables: Cuando haces mover uno de tus miembros, ¿acaso es tu propia fuerza la que lo mueve? No, sin duda, pues ese miembro tiene frecuentemente movimientos involuntarios. Es, pues, quien ha creado tu cuerpo el que mueve ese cuerpo de tierra. Y las ideas que recibe tu alma, ¿eres tú quien las forma? Aún menos, pues vienen pese a ti. Es pues el Creador de tu alma quien te da tus ideas; pero, como ha dejado a tu corazón libertad, da a tu espíritu las ideas que tu corazón merece; vives en Dios, actúas, piensas en Dios; no tienes, pues, más que abrir los ojos a esa luz que ilumina a todos los hombres; entonces verás la verdad, y la harás ver. -¡Eh, aquí tenemos al padre Malebranche puro y nudo!, grité yo,- Conozco a tu Malebranche, dijo él; era un poco cuáquero, pero no lo bastante" Estas son las cosas más importantes que he aprendido en lo tocante a la doctrina de los cuáqueros. En la próxima carta tendreis su historia, que encontraréis aún más singular que su doctrina"

De Cartas Filosóficas. Segunda carta sobre los cuáqueros." Por Voltaire.

A veces la lectura de textos con esta suerte de sencillez descriptiva que hace Voltaire es de una claridad tan meridiana que se hace insoportable y casi preferimos volver a ocultarnos detrás de esas metáforas filosóficas o científicas, llenas de verdades canónicas y vinculantes, como decía Nietzsche, tras las cuales nos sentimos tan a cubierto, tan cómodamente instalados, atrincherados, a la espera de alguna incursión dialéctica que justifique las complicidades que hemos asumido con el actual estado de cosas del que tanto nos solemos lamentar. Porque claro, ¿va a ser igual de respetable el discurso iluminado de esos "paletos" que profieren sonidos casi ininteliglibles que el de un "sabio" reconocido y cuya autoridad le hemos conferido tan democráticamente. Fácil, por otra parte, es aceptar el imperativo físico de un cuerpo que, muy involuntariamente por nuestra parte, nos somete con sus debilidades y miserias, pero ¿y las ideas?, ¿acaso no somos omnipotentes en ese terreno?. ¿Y no son mejores las ideas de unos que de otros? No hay, por ventura, algo que nos permita regocijarnos con lo meritorio de nuestras diferencias? Ya sé que el valor del "progreso", meta cuyo atractivo es el superior de la humanidad, sirve para justificar todos los pactos sociales que hemos firmado, tácita o implícitamente, y por cuyos contratos hemos instituído jerarquías en su mayor parte justas y necesarias pero en algunos nefastas y desalentadoras, preñadas de la voluntad de dominio de unos seres por otros y ajenas a esos estados que, como es el caso de estos cuáqueros, sentimos, de puro alejado, tan idílicos como un paraíso al que regresar, pero, no nos engañemos, no hay paraíso. Solo esdedesear. Como Malebranche, podemos ser un poco cuáqueros pero no lo bastante. Hay una tercera carta que también transcribiré.

martes, 16 de junio de 2009

Entre gusanos.

"He creído que la doctrina y la historia de un pueblo tan extraordinario merecerían la curiosidad de un hombre razonable. Para instruírme, he ido a encontrar a uno de lo más célebres cuáqueros de Inglaterra, quien, después de haber estado treinta años en el comercio, había sabido poner límites a su fortuna y a sus deseos, y se había retirado a un lugar en el campo cerca de Londres. Fui a buscarle a su retiro; era una casa pequeña, pero bien construída, llena de limpieza sin ornamento. El cuáquero era un viejo vigoroso que nunca había estado enfermo, porque jamás había conocido las pasiones ni la intemperancia: nunca en mi vida he visto un aire más noble ni más atractivo que el suyo. Estaba vestido, como todos los de su religión, de un traje sin pliegues a los lados y sin botones sobre los bolsillos ni en las mangas, y llevaba un gran sombrero de alas abatidas, como nuestros eclesiásticos; me recibió con el sombrero en la cabeza y avanzó hacia mí sin la menor inclinación de su cuerpo; pero había más cortesía en el aire abierto y humano de su rostro que la que hay en el uso de echar una pierna tras la otra y llevar en la mano lo que está hecho para cubrir la cabeza."Amigo, me dijo, veo que eres un extranjero; si puedo serte de alguna utilidad no tienes más que hablar.-Señor, le dije, inclinando el cuerpo y deslizando un pie hacia él, según nuestra contumbre, me honro en suponer que mi justa curiosidad no os desagradará, y que querréis hacerme el honor de instruírme en vuestra religión.-Las gentes de tu país, me respondió, hacen demasiados cumplidos y reverencias; pero no he visto todavía ninguno que tenga la misma curiosidad que tú. Entra y cenemos juntos primero."Hice todavía algunos malos cumplidos, porque no se deshace uno de sus costumbres de repente; y, tras una comida sana y frugal, que comenzó y acabó con una oración a Dios, me puse a interrogar a mi hombre. Comencé por la pregunta que los buenos católicos han hecho más de una vez a los hugonotes: "Mi querido señor, le dije, ¿está usted bautizado?- No, me respondió el cuáquero, y mis cofrades tampoco lo están.- ¿Como, pardiez, proseguí yo, no sois acaso cristianos? -Hijo mío, repuso con tono dulce, no jures, somos cristianos e intentamos ser buenos cristianos pero no creemos que el cristianismo consista en echar agua fría sobre la cabeza con un poco de sal.- ¡Eh, voto a Bríos!, proseguí yo, molesto por esta impiedad, ¿habeis pues olvidado que Jesucristo fue bautizado por Juan?- Amigo, nada de juramentos, insisto, dijo el bondadoso cuáquero, Cristo recibió el bautizo de Juan, pero Él no bautizó nunca a nadie; nosotros no somos discípulos de Juan, sino de Cristo,. ¡Ay!, dije, ¡Qué pronto os quemarían en un país con Inquisición, pobre hombre!(...) Respecto a la comunión ¿qué usos teneis?-No tenemos ningún uso, dijo- ¡Que! ¿No teneis comunión?- No , salvo la de lo corazones." Me echó un sermón muy bonito contra la comunión, y me habló en un tono inspirado para probarme que todos los sacramentos eran de invención humana, y que la palabra sacramento no se encuentra ni una vez en el Evangelio. "Perdona, dijo, mi ignorancia, no te he dado ni la centésima parte de las pruebas de mi religión; pero puedes encontrarlas en la exposición de nuestra fe por Robert Barclay; es uno de los mejores libros que jamás hayan salido de la mano de los hombres. Nuestros enemigos concuerdan en que es muy peligroso, lo que prueba cuán razonable es." Le prometí leer ese libro y mi cuáquero me creyó ya convertido.
A continuación me explicó en pocas palabras algunas singularidades que exponen esta secta al desprecio de los otros." Confiesa- dijo- que has tenido dificultad en no reirte cuando he respondido a todas tus cortesías con el sombrero en la cabeza y tuteándote; sin embargo, me pareces demasiado instruído para ignorar que en el tiempo de Cristo ninguna nación caía en el ridículo de substituir el singular por el plural. Decían a César Augusto; te amo, te ruego, te agradezco, ni siquiera soportaba que se le llamase Señor, Dominus. Sólo mucho después de él los hombres comenzaron a hacerse llamar vos en lugar de tú, con si fuesen dobles y a usurpar los títulos impertinenes de Grandeza, de Eminencia, de Santidad, que unos gusanos dan a otros gusanos, asegurándoles que son, con un profundo respeto y una falsedad infame, sus muy humildes y obedientes servidores. Para salvaguardarnos de ese indigno comercio de mentiras y de halagos, tuteamos igualmente a lo reyes y a los zapateros, no saludamos a nadie y no tenemos por los hombres más que caridad y respeto sólo por las leyes."
"Llevamos un traje un poco diferente al de los otros hombres, a fin de que sea para nosotros una advertencia continua de que no debemos parecernos a ellos. Los otros llevan las marcas de sus dignidades, y nosotros las de la humildad cristiana; huimos las reuniones de placer, los espectáculos, el juego, pues seríamos muy de compadecer si llenásemos con esas bagatelas los corazones que Dios debe habitar; nunca hacemos juramentos, ni siquiera ante la justicia; pensamos que el nombre del Altísimo no debe prostituirse en las disputas miserables de los hombres. Cuando es preciso que comparezcamos ante los magistrados para los asuntos de los otros (pues nosotros nunca tenemos procesos), afirmamos la verdad con un sí o un no, y los jueces nos creen simplemente bajo palabra, mientras que tantos cristianos perjuran sobre el Evangelio. Nunca vamos a la guerra; no es que temamos a la muerte, por el contrario, bendecimos el momento que nos une al Ser de los seres; pero resulta que no somos ni lobos , ni tigres, ni dogos, sino hombres, sino cristianos. Nuestro Señor, que nos ha ordenado amar a nuestros enemigos y sufrir sin protestar, no quiere sin duda que crucemos el mar para ir a degollar a nuestros hermanos, porque asesinos vestidos de rojo, con un gorro de dos pies de alto, enrolan a los ciudadanos haciendo ruido con dos palitos sobre una piel de asno bien tensa; y cuando, tras batallas ganadas, todo Londres brilla con iluminaciones, el cielo está inflamado de cohetes, el aire resuena con el ruido de las acciones de gracias, de las campanas, de los órganos, de los cañones, gemimos en silencio por estos crímenes que causan la alegría pública".
De "Cartas filosóficas. Sobre los cuáqueros" Por Voltaire.

Mientras escribo esto que os transcribo me ronronea en la cabeza el estribillo de una canción
!Cuánto hemos cambiado...¡ Y me pregunto ¿Cuándo hemos cambiado?, sobre todo algunos.
Voltaire, "dispensando su cara" (como se escucha decir a algunos viejos gallegos para hacerse perdonar un atrevimiento), lo mismo que creo yo, creía que lo que verdaderamente merece la pena es pensar sobre el espíritu, las costumbres y los usos de los pueblos, como fuente de ilustración para lograr una buena convivencia, luchando contra la intolerencia religiosa.

¿Cuándo hemos decidido tratarnos de usted entre gusanos? ¿Y por qué? ¿Qué pasiones nos mueven a fomentar las diferencias, a creernos mejores por sentirnos "muy originales", desde la vestimenta hasta el pensamiento, lo que sea con tal de impresionar.
Creo que toca rumiar ésto un poco ¿A qué apetece? Voy a seguir transcribiendo un par de cartas más, muy curiosas, sobre los cuáqueros, " La Sociedad de los Amigos", porque me caen muy bien y esdedesear.

viernes, 12 de junio de 2009

Viejos,rojos y/o bondadosos

"Con el objeto de saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente bueno no necesito ir a buscar muy lejos una especial penetración. Inexperto en lo que se refiere al curso del mundo, incapaz de estar preparado para todos los sucesos que en él ocurren, me basta con preguntar:¿puedes querer que tu máxima se convierta en ley universal? Si no, es una máxima reprobable..."


"El conocimiento de lo que todo hombre está obligado a hacer, por tanto, también a saber, es cosa que compete a todos los hombres, incluso al más común. Y aquí puede verse, no sin admiración, cómo en el entendimiento común humano la facultad de juzgar practicamente es muy superior a la de juzgar teóricamente."


"... puede acertar igual que un filósofo (el entendimiento común) y hasta casi con más seguridad, porque el filósofo sólo puede disponer del mismo principio que el hombre común, pero, en cambio, puede muy bien enredar su juicio en gran cantidad de consideraciones extrañas y ajenas al asunto, apartándolo así de la dirección recta. ¿No sería entonces lo mejor atenerse en cuestiones morales al juicio de la razón común y, a lo sumo, emplear la filosofía sólo para exponer cómodamente, de manera completa y fácil de comprender, el sistema de las costumbres y sus reglas para el uso(aunque más aún para la disputas) sin quitarle al entendimiento humano común su venturosa sencillez en el terreno de lo práctico, ni empujarle con la filosofía por un nuevo camino de investigación y enseñanza?.
De "La fundamentación de la metafísica de las costumbres". Por Inmanuel Kant.


¡Vaya semanita! Desde mi última entrada del viernes pasado anduve a catarsis por día, casi. Empecé el sábado por la tarde asistiendo a una sesión de cine con la proyección de "Una historia verdadera", de David Lynch. Supongo que ya la habreis visto, si no es así os la recomiendo mucho. Hoy no tengo ganas de hablar de sus virtudes plásticas, son muchas, la banda sonora, los escenarios, porque la faceta humana de sus personajes corrientes se me impone y además se trata de una historia real. Es fantástica. Y cuando más comprometida me encontraba con lo único que merece la pena- revalidaba una vez más yo-, llega el domingo y con él los resultados de las elecciones, todo mi gozo en un pozo. Confiaba mucho en los efectos catárticos de la crisis, pues "va a ser que no", que la catarsis la tengo que seguir haciendo por mi cuenta, y que conste que ésto mismo tiene su puntito, el de seguir pudiendo perseguir esa utopía que la izquierda se encarga una y otra vez de frustrar. Sí, estoy convencida de ello. Las perversiones y complicidades bastardas, que la alejan del auténtico ideario acaban pasando factura..., o no, yo que sé. Porque como nos dice Kant, puedo estar enredándome en consideraciones extrañas tratando de darle vueltas a cómo encontrar el camino recto hacia la verdad. Y la verdad está delante de nuestras narices, ni siquiera necesita caminos. Vereis qué cerca está.


Como la simple publicidad de cualquier programa de televisión, o la publicidad en general, me tiran "patrás" no hice caso de este programa de televisión que se llama El Secreto, que en su momento no vi, ni pienso ver otro porque con uno es más que suficiente. Una amiga me habló de él y entonces vi el video (éste que os indico abajo). Lloré y lloré. Estas personas, anónimas, (el empresario, sin despreciar su virtud, me parece lo de menos) sencillas, comunes, que viven aquí, en mi ciudad, al lado de mi casa, conocen "la verdad". Conocen lo que es la "voluntad buena" que Kant buscaba fundamentar filosóficamente. No hay mejor fundamento que esta práctica generosa y abnegada. Ellos sí pueden responder con absoluta seguridad ¿quieres que tu máxima se convierta en ley universal? Y después de ésto, a qué me dedico yo? Porque ésto sí que esdedesear. Lo demás puritito narcisismo.



http://www.antena3videos.com/video/4354/el-secreto/ultimo-programa/el-secreto-parte-1

martes, 9 de junio de 2009

Obama en rojo/Europa en azul.

"Obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio"
De "La Fundamentación de la Metafísica de las costumbres" Por Inmanuel Kant


Sé que el poder y las formas en qué se constituye forman parte de una realidad humana que no se va a erradicar jamás, que son condición psíquica y sociológica de las relaciones humanas, en sus dos facetas: el poder como potencia y el poder como dominio. Voy a referirme a éste último porque, a pesar de que nadie reconocería admitir su uso fuera de los límites de lo legitimado institucionalmente, sea en ámbitos colectivos o privados (ningún ámbito privado queda fuera de la legitimidad, véase la judicialización de la violencia doméstica) sin embargo, vivimos resintiéndonos de su equivocada utilización y desbordados, superados, por la tela de araña que es capaz de tejer, asistimos impotentes a los diferentes escenarios que se nos imponen y para soportarlo tratamos de relativizar sus consecuencias.

El ejercicio del poder, debe conllevar el ejercicio de la autoridad racional que es lo que le legitima, además, moralmente, porque esta autoridad racional se fundamenta en la máxima que Kant nos sugiere, la de respetar a los demás como personas, no tratarlos como cosas, porque la persona, su existencia, a diferencia de éstas, es un fin en si mismo, no un medio. Estas reflexiones me las ha sugerido la lectura del discurso de Obama en la Universidad de El Cairo (solo la iniciativa del viaje ya me había conmovido... "si Mahoma no va a la montaña..."). Sin entrar en análisis derrotistas, negativistas y agoreros, en los que ya no me siento nada interesada en ningún aspecto de mi vida, todo él, su persona, sus iniciativas y su mensaje, me parece un ejemplo de autoridad. He intentado cortar y pegar algunos fragmentos pero no he podido seleccionarlos. Todos y cada uno me parecen relevantes y dignos. Así que coloco aquí estos dos enlaces para archivarlos en la memoria.


La actitud de Obama, que me hace creer que busca convertir el ejercicio del poder irracional en ejercicio de la autoridad moral, me hace recordar unas reflexiones del profesor Pérez Tapias que, en su momento fueron para mi muy esclarecedoras. Aunque un poco largo creo que merece una meditación:
"Respecto al poder y su autoridad, lo revolucionario no es contraponer sin más otro poder con su respectiva autoridad- puede tratarse de mera rebeldía que aliente otra autoridad irracional-, sino la transformación del ejercicio de la autoridad, en autoridad racional, de un poder no tendente al dominio. Así si esa autoridad racional en el nivel de las relaciones interpersonales significa una autoridad que tiende dialécticamente a su autodisolución, movida por el respeto al otro, en el nivel sociopolítico, no siendo posible una autodisolución total, la tendencia hacia la autoridad racional se concreta en la profundización efectiva del carácter democrático de las relaciones de autoridad, pudiendo erigirse un criterio de discernimiento: la autoridad es democrática cuando a su ejercicio acompaña la consideración del individuo- de su humanidad. como fin, y no la autoridad misma como fin. . Ésta es funcional, y deja de serlo cuando se afirma como fin, momento en que se instaura una dinámica autoritaria que no hace sino intensificar la lógica irracional de las relaciones de dominio" (J.A. Pérez Tapias." Filosofía y Crítica de la cultura. La realidad antropológica del poder y la facticidad cultural del dominio")

Cuando me dirijo al trabajo, en unas obras del planE, veo, y me da mucho gustito, a "personas" de diferentes países, de raza negra algunos, de países latinoamericanos otros. ¿Qué sienten los que quisieran que no estuvieran aquí? Fetiches de poder. Ni siquiera poder. No es un sentimiento muy ético y, lo que es peor (para ellos), nada evangélico. Eso sí, ahora muy europeo.

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20090604/discurso-obama-cairo/519155.shtml


http://www.abc.es/20090604/internacional-africa/discurso-obama-cairo-nuevo-200906041436.html



"Como nos dice el Sagrado Corán, “Tengan conciencia de Dios y digan siempre la verdad”. Eso es lo que trataré de hacer: decir la verdad de la manera más clara posible, reconociendo humildemente la tarea que nos queda por delante, con la firme convicción de que los intereses que compartimos como seres humanos son mucho más poderosos que las fuerzas que nos dividen." Del discurso de Obama en El Cairo

"Es más fácil comenzar guerras que llevarlas a su fin. Es más fácil culpar a otros que mirar hacia adentro, ver las diferencias en los demás que las semejanzas. Pero debemos escoger el camino correcto, no el camino fácil. También hay una regla central en toda religión: Tratar a los demás como uno quisiera ser tratado. Esta verdad trasciende naciones y pueblos, y no es una convicción nueva; no es negra ni blanca ni morena; no es cristiana ni musulmana ni judía. Es una creencia que latía en los orígenes de la civilización y que aún late en el corazón de miles de millones. Es la fe en los demás, y es lo que me trajo hoy aquí." Del discurso de Obama en El Cairo.

Esdedesear

viernes, 5 de junio de 2009

¡Esa rutina!

" Un temperamento tranquilo y sereno, que proviene de una salud completa y de una organización feliz, un entendimiento claro y penetrante, que aprehende correctamente, una voluntad temperada y suave, y por tanto una conciencia tranquila; estas son ventajas que ningún rango o riqueza pueden sustituir... un hombre ingenioso, en completa soledad tiene una excelente recreación en sus propios pensamientos, mientras que el cambio constante de círculos sociales, espectáculos, excursiones y diversiones no logra apartar el tedio martirizante de un embotado".
De "El mundo como voluntad y representación" por Arthur Schopenhauer.

Las palabras de Schopenhauer complacen aunque es difícil olvidar que esos círculos sociales que vitupera son los que incluían a su propia madre Johanna y las figuras intelectuales del momento en Weimar, sobre todo Goethe, por cuya aceptación se moría directamente. Conflicto psicológico que le hacía sufrir como lo hacía el éxito académico de Hegel frente al insuperable fracaso propio. Lo que importa, como siempre, es lo que su mensaje nos diga a nosotros, una vez repuestos de esas constataciones imprescindibles (yo me quedo con "El mundo como voluntad y representación" y trato de olvidar lo que he leído en los "Parerga" o en el Epistolario de Weimar, cartas del propio Schopenhauer, su madre Johanna y Goethe), aunque dolorosas siempre son catárticas.

He querido traer este fragmento aquí, para hablar de la rutina. Arando, arando, (el lenguaje como decíamos)nos encontramos muchas veces con expresiones coloquiales que demuestran cómo a menudo atribuímos a algo de condición externa a nosotros la causa de nuestros males, condición externa como la del phármakos, ese chivo-expiatorio de los griegos al que sacrificaban para acabar con las crisis. Recuerdo una conversación con una amiga que mantenía, como suele ser habitual, que "la rutina acaba con el amor". Buena excusa, buen phármakos, pero al final... fármacos. Otra muy común me viene ahora a la cabeza, es la de culpar a la "adolescencia" de las características "molestas" que empiezan a tener los niños para con padres, profesores, sociedad en general, en un momento dado; ya vimos el otro día que vamos camino de medicar también estas molestias, del phármakos al fármaco, lo mismo ocurre con el cuidado de los mayores, "las casas de hoy en día son muy pequeñas", es la justificación en este caso. O la tan traída y llevada del clima y los cambios de estación para explicar los "bajones"... no se que me pasa, será la primavera, y de primavera en primavera y tiro porque me... no rima, así que lo dejo. Supongo que se os ocurren muchos chivos más de los que más usamos en nuestro lenguaje.

Bueno, que me enrollo y "me rallo", quería hablar de la rutina, en concreto de lo mucho que me gusta la rutina y de lo poco que creo en que acabe con nada que sea auténticamente bueno. Por suerte, hace ya mucho que descubrí que nada me hace más feliz que repetir una y otra vez determinados hábitos que fuí guardando celosamente a medida que se me iluminaba el bombillo de su descubrimiento. Uno de ellos es pasear al lado del mar, rutina para los 365 días del año si puedo, y suelo-querer-poder (así que dejémoslo en 300). Otra, hablando de paseos, es el que me gusta hacer en ocasiones, como hoy, en las primeras horas del día por la Ciudad Vieja de mi ciudad, con el aire fresco de la mañana, por las callejuelas silentes y recogidas.


Me reconforto en las Bárbaras, y me caigo en la Colegiata, que me acoge con las puertas abiertas de par en par, la admiro tranquila y relajadamente, de una forma que no puedo hacer con el bullicio de bodas y eventos habituales.








Luego a la Iglesia de Santiago que si es bella por fuera, mucho más me parece por dentro, me quedo un rato recreándola con la mirada a cámara lenta. Ni un alma, al menos en los días en que no nos visita un trasatlántico.
























Regreso por Azcárraga, pido algo en la Fuente de los Deseos, hoy, aunque tengo algunos pendientes, le digo:¡Europa!. ¿Es mucho pedir? Esdedesear.















lunes, 1 de junio de 2009

Del narcisismo a la madurez (1)

"La mayor parte del agua que se utilizaba en las casas se traía en grandes cubas del Danubio. Una mula tiraba de la cuba que estaba montada en un carro especial, delante iba una aguador con un látigo. El agua se vendía por poco dinero delante del portón del patio, se descargaba y se echaba en grandes calderos para hervirla. Los calderos con el agua aún hirviendo eran sacados delante de la casa a una terraza alargada, donde tardaban un buen rato en enfriarse.
Laurica y yo nos habíamos reconciliado, al menos hasta el punto de jugar de vez en cuando al escondite. Una vez que estaban allí los calderos de agua caliente y nosotros corríamos entre ellos, sin duda demasiado cerca, al darme alcance justo al lado de un caldero Laurica me empujó y caí en el agua caliente. Exceptuando la cabeza, me escaldé todo el cuerpo. La tía Sophie, que oyó los espantosos alaridos, me sacó del caldero y me quitó la ropa, con la que se desprendió toda la piel; se temió por mi vida y pasé en la cama muchas semanas con dolores muy fuertes.
Mi padre se encontraba en aquel momento en Inglaterra y eso fue lo peor para mí. Yo creía que me iba a morir y le llamaba a gritos, me quejaba de que no volvería a verle, y eso era peor que los dolores. De estos no tengo recuerdos, ya no los siento, pero aún siento el deseo desesperado de ver a mi padre. Pensaba que él no sabía lo que me había sucedido, y cuando me aseguraban lo contrario exclamaba:
-Por qué no viene? Por qué no viene? ¡Quiero verle!
Quizá vacilaron efectivamente, porque hacía pocos días que él había llegado a Manchester, para preparar nuestro traslado allí; quizá pensaron que mi estado mejoraría por sí mismo y él no tendría que regresar inmediatamente. Pero incluso si lo hubiera sabido enseguida y hubiera venido sin dilación, el viaje era largo y él no podía estar a mi lado tan pronto. Fueron consolándome de día en día y cuando mi estado empeoró, de hora en hora. Una noche, cuando creían que por fin me había dormido, salté de la cama y me despellejé todo el cuerpo. En vez de gemir de dolor gritaba llamando a mi padre:
-¿Cuando viene? ¿Cuando viene?
Mi madre, el médico y todos los que me cuidaban me eran indiferentes, no los veo, no sé lo que hacían conmigo, sin duda hubo muchas y delicadas intervenciones en torno a mi persona, yo no las registraba, solo tenía una idea fija, era más que una idea, era la herida en la que se resumía todo; mi padre.
Entonces oí su voz, se acercó a mí desde atrás, yo estaba tumbado boca abajo, pronunció suavemente mi nombre, dio la vuelta a la cama, le vi, me puso suavemente la mano en el pelo, era él y yo dejé de sentir dolor.
Todo lo que sucedió a partir de ese momento solo me es conocido a través de relatos. La herida se convirtió en milagro, se inició la mejoría, mi padre prometió que no se marcharía y permaneció a mi lado durante las semanas siguientes. El médico estaba convencido de que sin su aparición y su presencia posterior yo habría muerto. Aunque ya me había desahuciado, insistió en el regreso de mi padre, su única e incierta esperanza. Era el médico que nos había traído al mundo a los tres hermanos, y más tarde solía decir que de todos los partos a los que había asistido, ese "renacimiento" había sido el más difícil."

"Yo tenía siete años cuando murió mi padre y él no contaba siquiera treinta y uno..."
De "Historia de una vida. La lengua salvada", por Elias Canetti.

Tengo una buena razón para haberos entretenido tanto con este texto tan largo y esa razón es que tengo la convicción de que este tránsito que el niño Canetti hubo de hacer en su infancia, el que parte de la más absoluta e imperiosa necesidad de su padre para "vivir" hasta la más aplastante resignación por su pérdida al poco tiempo de haber ocurrido ese accidente, es el mismo que un ser humano cualquiera debe hacer en su interior, aún sin circunstancias extremas como ésta, en la más absoluta normalidad todos debemos hacer y soportar esta pérdida. Y en eso consiste la madurez y el equilibrio soñados. Y realmente no hay mucha diferencia si lo pensamos, ya adultos nos resistimos a abandonar los recursos que teníamos de niños y así jugamos inocentemente con nuestras ilusiones, y cuando nos escaldamos, delirantes suplicamos ayuda exterior hasta el punto de preferir despellejarnos en las múltiples realidades en que nos convertimos, desoyendo todo lo que nos rodea. Antes que aceptar la soledad, seguimos buscando el consuelo de que alguien "pronuncie suavemente nuestro nombre" curándonos con su reconocimiento y finalmente lo que no pudimos soportar desconsolados, se nos impone fatalmente. Porque no hay un "padre" para siempre, o sí lo hay, pero ese es el momento en que tu te conviertes en un padre para ti y, a tu vez, pronuncias suavemente otros nombres.

Claro que no soy muy original pensando esto, "como todo lo demás", ya lo habeis advertido. Dejo para dentro de unos días hablar de cómo veían Kant o Freud, por ejemplo, esta necesidad de "renacimiento" imprescindible. Ellos fueron los que me lo enseñaron. Esdedesear.