miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Bailas?

" Si hay algo de este orden en lo que aquí enseño es lo siguiente: les ruego a cada uno de ustedes que, en el interior de su propia investigación de la verdad, renuncien radicalmente- aunque solo fuese a título provisional para ver qué se gana dejándola de lado- a utilizar una oposición como la de afectivo e intelectual.
No deja de ser tentador adherir a esta consigna durante cierto tiempo, ya que es evidente que al utilizar esta oposición solo se desemboca en una serie de callejones sin salida. Esta oposición es de las más contrarias a la experiencia analítica, y de las que más oscurecen su comprensión. (...) Si en algún sitio se situa lo intelectual es a nivel de los fenómenos del ego, en la proyección imaginaria del ego, pseudonaeutralizada-pseudo en el sentido de mentira. que el análisis denunció como fenómeno de defensa y resistencia.
(...) Esto nos permite criticar a la vez la ambigüedad siempre mantenida en torno a la famosa oposición entre lo intelectual y lo afectivo; como si lo afectivo fuese algo así como una coloración, una cualidad inefable que debiera buscarse en sí misma, independientemente de la piel vaciada que sería la realización puramente intelectual de una relación del sujeto(...)
Lo afectivo no es una densidad especial que faltaría a la elaboración intelectual. No se sitúa en un más allá mítico de la producción del símbolo, anterior a la formulación discursiva. Sólo esto puede permitirnos de entrada, no digo situar, pero sí aprehender en qué consiste la plena realización de la palabra."

De "Seminario Uno. Sobre los escritos técnicos de Freud. El concepto de análisis y Sobre la Verneinung de Freud". Por Jacques Lacan.

En resumidas cuentas, pues no voy a pedir comprensión del texto de Lacan que ni siquiera quiero contextualizar demasiado, cuando ya estamos con el cuerpo de jota o de paso de semanasanta, (ya se sabe que Lacan mismo decía, ante la dificultad de entender sus textos, que no escribía para que le entendiesen), que lo que quiero recordar, y en ese intento estoy desde que empecé a escribir este blog, es que no hay tal oposición entre lo afectivo y lo intelectual, es una ambigüedad mantenida que trae consecuencias.
Ya que nos encontramos en terrenos psicoanalíticos podríamos reflexionar por ejemplo sobre ese interrogante que es común a cualquier síntoma de mal llamada "enfermedad" psicológica- pues lo mental, como muy bien mostró, el tan mal interpretado en ocasiones, Freud, no deja de ser el terreno de energías tan físicas como las demás energías de nuestro cuerpo-¿que me está pasando?, al que esperamos contestar con una respuesta de tipo intelectual, y, lo que es más, que esa respuesta (esa verdad) esté en la boca de un otro, en forma de especialista por ejemplo. Por eso un psicoanalista no habla, para dejar hablar al inconsciente dañado en sus afectos.
En todo caso, y a cuento del video que os quiero enseñar, lo importante no es tanto saber qué es lo que pasa como saber qué hacer con lo que pasa. Patología. Pathos logos, padecemos de nuestros afectos. Freud y Jung lo redescubrieron para nosotros y este Rolando Toro que entrevista Cristián Wanrken ofrece algo para hacer con lo que nos pasa. Si no os interesa mucho lo de la biodanza, al menos os aseguro un rato de larga, exquisita, tranquila y agradable charla para estas vacaciones. Esdedesear.
http://www.otrocanal.cl/?video=1224

miércoles, 24 de marzo de 2010

Cartas fi(li)eles

"Los hombres no son para vivir amontonados en hormigueros, sino esparcidos sobre la tierra que deben cultivar. Más ellos se reúnen y se corrompen. Las enfermedades del cuerpo así como los vicios del alma, son el efecto infalible de esta concurrencia. El hombre es, de todos los animales, el que menos puede vivir en manada, y los hombres hacinados como carneros se morirían en poquísimo tiempo. El aliento del hombre es mortal para sus semejantes. Esta expresión es menos verdadera en sentido propio que en sentido figurado. Las ciudades son el sumidero de la especie humana. Al cabo de unas generaciones perecen o desgeneral; deben ser renovadas y es siempre el campo lo que logra esta renovación. "

De El Emilio. Por Jean Jacques Rousseau.

Río Pigalle, por el camino de Méséglise (perdóname el plagio Proust)

Queridos: Hay premio para la fidelidad, lo que ocurre es que algunas recompensas tardan mucho en llegar y desesperamos de que lo hagan realmente alguna vez, sucede por ejemplo con la fidelidad a los principios, a las creencias,a las convicciones, porque pertenecen a una esfera íntima y natural que suele ser difícilmente compatible con la esfera social en la que debemos ponerlos en juego, donde rige sobre ellos y atravesándolos el pragmático ejercicio de las convenciones, pero por ser más larga la espera también es mayor la gratificación, si no hemos sucumbido. No es el caso de lo que quiero contaros hoy desde Filiel, porque mi fidelidad se ha visto compensada enseguida, en este caso. Cuando escogí este lugar, puesto que el retiro , el silencio, la libertad, aseguraban el sentimiento de lo sublime (que comentábamos con Kant) me sentí dispuesta a renunciar a algunas cotas del sentimiento de lo bello, aunque tampoco tantas, hay mucho bello en este paraje. Una de ellas era aceptar la escasez del fluído en la corriente de de sus regatos, a los que, sin embargo miraba con ojos amorosos, por su pequeñez y su impotencia tan semejante a la mía propia. Pero, tal como nos explica la doctrina estoica y otras filosofías afines, no existe el mal en el mundo, sólo es una cara del todo poliédrico, y de este invierno furioso, largo y tedioso, me ha "surgido" este maravilloso río que os enseño arriba, por el camino hacia el majestuoso Teleno, que yo llamo camino de Méséglise como sabeis, emulando a Proust, cerca, muy cerca de casa, y !Más! éste otro, en aquel cauce seco que bordeaba mi escaso terreno, por donde decían que "in illo témpore" había discurrido un río. Siento mucho la mala calidad de visionado, el móvil era lo único que tenía a mano.

Río Collins, bajo la colina Phil Collins. (No le pido perdón porque a lo mejor éste no tiene colina alguna con su nombre y hasta le gustaría).

"Hacia el Sur apenas hay que descender por hallarse en los páramos leoneses que extienden largamente, solitariamente, su torbisca verdinegra, por la cual ve acaso el viajero cruzar como en las consejas, una zorra, bermejo el lomo, créctil la grande oreja, fabulizando el hocico. Más allá comienza la tierra que no es sino tierra; la tierra sin verdor vegetal, sin veste botánica; la tierra amarilla, la tierra roja, la tierra de plata, pura gleba, desnudo terruño que subrayan de cuando en cuandolas hileras de altos chopos. Ondula como en tormento la llanada y a veces se revuelve sobre sí misma formando barrancadas y torrenteras, chatos cabezos y serrezuelas broncas. E insospechados, pero siempre en lugares estratégicos pueblos: aquí uno, mirando a dos valles; allá otro, en el bisel de una colina. Siempre inhóspitos, siempre en ruina, siempre la iglesia en medio, con su brava torre alerta, que parece cansada, pero descansa como buen guerrero, de piel, el montante hincado en tierra y sobre su cruz el codo.

La atmósfera es completamente diáfana y en ella, como en un vacío sin obstáculos, la luz entra a torrentes. Merced a esto cada color es llevado a la última potencia de sí mismo. Existe el prejuicio inaceptable de no considerar bellos más que los paisajes donde la verdura triunfa. Creo yo que influye en esta opinión cierto confuso resto de utilitarismo ajeno y aún enemigo de la estética contemplación. El paisaje verde promete una vida cómoda y abundante. El menudo burgués indestructible que se afana siempre en algún rincón de nuestra alma favorece interesadamente nuestro entusiasmo desinteresado hacia los esplendores de la vegetación. No le importa el valor estético de la verdura esmeralda; pero, hipócrita, la alaba mientras piensa en la cosecha que ella anuncia y aplaude el espectáculo con secretas intenciones alimenticias.

En cambio, don Francisco Giner, para quien sólo lo inútil era necesario, solía insistir sobre la superior belleza del paisaje castellano.

No es verde, sin duda; pero es, en cambio, un panorama de coral y de oro, de violeta y de plata cristalina. Los fisiólogos saben muy bien que los colores amarillo y rojo aumentan de un modo automático nuestras pulsaciones y que su número crece tanto más cuanto extensa es la superficie de tonos calientes extendidas ante nosotros.... Castilla, sentida como irrealidad visual es una de las cosas más bellas del universo."

Bellas y sabias palabras de Ortega, como todas las suyas, en "El Espectador". Esdedesear.

martes, 16 de marzo de 2010

Delibes, de lo bello y lo sublime.

"Las diferentes sensaciones de contento o disgusto descansan, no tanto sobre la condición de las cosas externas que las suscitan, como sobre la sensibilidad peculiar a cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas. De ahí proviene que algunos sientan placer con lo que a otros produce asco; de ahí la enamorada pasión, que es a menudo para los demás un enigma, y la viva repugnancia sentida por éste hacia lo que para aquél deja por completo indiferente. El campo de las observaciones de estas particularidades de la naturaleza humana es muy amplio, y oculta aún buena copia de descubrimientos tan interesantes como instructivos. Por ahora dirigiré mi mirada sobre algunos puntos que parecen particularmente destacarse en este terreno, y más con el ojo de un observador que de un filósofo.(...)


"Este delicado sentimiento que ahora vamos a considerar es principalmente de dos clases: el sentimiento de lo sublime y el de lo bello. La emoción es en ambos agradable, pero de muy diferente modo. La vista de una montaña cuyas nevadas cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa o la pintura del infierno por Milton, producen agrado, pero unido a terror; en cambio, la contemplación de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de rebaños pastando; la descripción del Elíseo o la pintura del cinturón del Venus en Homero, proporcionan también una sensación agradable, pero alegre y sonriente. Para que aquella impresión ocurra en nosotros con fuerza apropiada, debemos tener un sentimiento de lo sublime; para disfrutar bien la segunda, es preciso el sentimiento de lo bello. Altas encinas y sombrías soledades en el bosque sagrado, son sublimes; platabandas de flores, setos bajos y árboles recortados en figuras, son bellos. (...)La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime, conmueve; lo bello, encanta. La expresión del hombre, dominado por el sentimiento de lo sublime, es seria; a veces fija y asombrada. Lo sublime presenta a su vez diferentes caracteres. A veces le acompaña cierto terror o también melancolía, en algunos casos meramente un asombro tranquilo, y en otros un sentimiento de belleza extendida sobre una disposición general sublime. A lo primero denomino lo sublime terrorífico, a lo segundo lo noble, y a lo último lo magnífico. Una soledad profunda es sublime, pero de naturaleza terrorífica.(...)

"La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella. «La circunspección -decía Cronwell- es una virtud de alcalde.» La veracidad y la rectitud son sencillas y nobles; la broma y la lisonja obsequiosas son finas y bellas. La amabilidad es la belleza de la virtud. La solicitud desinteresada es noble. La cortesía y la finura son bellas. Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor(...)Aquellos en quienes se dan unidos ambos sentimientos, hallarán que la emoción de lo sublime es más poderosa que la de lo bello; pero que si ésta no la acompaña o alterna con ella, acaba por fatigar y no puede ser disfrutada por tanto tiempo.(..). La amistad presenta principalmente el carácter de lo sublime; el amor sexual, el de lo bello. La delicadeza y el respeto profundo dan, sin embargo, a éste último cierta dignidad y elevación, mientras las bromas traviesas y la confianza le acentúan el carácter (...)



"Un íntimo sentimiento de la belleza y la dignidad de la naturaleza humana, y un ánimo seguro y vigoroso para referir a esto, como fundamento general, todas las acciones, son serios y no se asocian bien con una alegría volandera ni con la inconstancia de un hombre ligero. Y hasta se halla cerca de la honda melancolía (Schwermut), una dulce y noble sensación, en cuanto se funda sobre aquel temor que siente un alma limitada cuando, llena de un gran proyecto, ve los peligros que debe vencer y tiene ante la vista la grave aunque grande victoria del dominio de sí mismo. La genuina virtud, según principios, encierra en sí algo que parece coincidir con el temperamento melancólico en un sentido atenuado.(...)

"Examinemos ahora las sensaciones de lo sublime y lo bello, principalmente en cuanto son morales, bajo la admitida división de los temperamentos.
No se llama melancólico a un hombre porque, substrayéndose a los goces de la vida, se consuma en una sombría tristeza, sino porque sus sentimientos, intensificados más allá de cierto punto dirigidos, merced a determinadas causas, en una falsa dirección, acabarían en esta tristeza más fácilmente que los de otros. Este temperamento tiene, principalmente, sensibilidad para lo sublime. Aun la belleza, a la cual es igualmente sensible, no le encanta tan sólo, sino que, llenándole de asombro, le conmueve. El placer de las diversiones es en él más serio; pero, por lo mismo, no menor. Todas las conmociones de la sublime tienen algo más fascinador en sí que el inquieto encanto de lo bello. Su bienestar será, más bien que alegría, una satisfacción tranquila. Es constante. Esto les mueve a ordenar sus sensaciones, bajo principios, y tanto menos están sujetas a la inconstancia y al cambio cuanto más general es el principio al cual se hallan subordinadas, y más amplio, por tanto, el elevado sentimiento al cual se subordinan los inferiores. Todos los motivos particulares de las inclinaciones están sujetos a muchas excepciones y cambios si no son derivados de tal fundamento superior. El alegre y afectuoso Alcestes dice: «Amo y estimo a mi mujer porque es bella, cariñosa y discreta.» ¡Cómo! ¿Y si, desfigurada por la enfermedad, agriada por la vejez y pasado el primer encanto, dejase de parecerte más discreta que cualquier otra? Cuando el fundamento ha desaparecido, ¿qué puede resultar de la inclinación? Tomad, en cambio, el benévolo y sesudo Adrasto, que pensaba para sí: «Tengo que tratar a esta persona con amor y respeto porque es mi mujer.» Tal manera de pensar es noble y magnánima. Ya pueden los encantos fortuitos alterarse; siempre continúa siendo su mujer. El noble motivo permanece y no está tan sujeto a la inconstancia de las cosas exteriores. De tal calidad son los principios, en comparación con impulsos originados sólo de ocasiones particulares, y así es el hombre de principios, al lado de aquel al cual sobreviene una inspiración buena y afectuosa. Y lo mismo, diríamos si el secreto lenguaje de su corazón se expresara de esta suerte. «Tengo que auxiliar a ese hombre porque sufre; no porque acaso sea amigo o conocido mío, ni porque le considere capaz de agradecérmelo después. Ahora no es tiempo de hacer distingos ni detenerse en cuestiones: es un hombre, y lo que daña a los hombres también a mí me toca.» Desde este momento su conducta se apoya en el supremo fundamento dentro de la naturaleza humana, y es sublime en grado sumo, tanto por la invariabilidad como por la generalidad de sus aplicaciones.(...)


"Continúo mis observaciones. El hombre de carácter melancólico se preocupa poco de los juicios ajenos, de lo que otras tienen por bueno o verdadero, se apoya sólo en su propia opinión. Como en él los móviles toman el carácter de principios, no puede ser fácilmente llevado a otras ideas. Su firmeza degenera a veces en obstinación. La amistad es sublime, y, por tanto, apropiada a sus sentimientos. Puede acaso perder un amigo inconstante, pero éste no le pierde a él tan pronto. Aun el recuerdo de la amistad extinguida sigue siendo para él respetable. La locuacidad es bella; la taciturnidad meditativa es sublime. Sabe guardar bien sus secretos y los ajenos. La veracidad es sublime, y él odia mentiras y fingimientos. Siente con viveza la dignidad de la naturaleza humana. Se estima a sí mismo y tiene a un hombre por una criatura que merece respeto. No sufre sumisión abyecta, y su noble pecho respira libertad. Toda suerte de cadenas le son odiosas, desde las doradas que en la corte se arrastran hasta los pesados hierros del galeote. Es un rígido juez de sí mismo y de los demás, y a menudo siente disgusto de sí mismo y del mundo.(...)

De "Lo bello y lo sublime". Ensayo de estética y moral. Por Immanuel Kant

Qué puedo decir yo de Delibes que no sepa ya todo el mundo?. Nada. De Delibes a todos nos gusta todo. Yo, al menos, no conozco a nadie que no le guste Delibes, y a nadie que no le haya gustado todo lo que leyó de él. Yo la primera. Además, en lo personal, y se ha visto en su despedida, caía bien. Y caía bien, a pesar de, como él mismo decía, ser un hombre "huraño y retraído", quizás melancólico. Intuyo que esos rasgos también están muy vinculados con un venerado afán, el cuidado de la libertad: "soy un hombre de aire libre", "estoy satisfecho de haber conseguido escribir como hablo". Esos sencillos objetivos vitales y literarios y otros por el estilo que todos hemos podido escuchar de su boca simbolizan su "vocación" en el sentido orteguiano, la comunión entre el deseo y el ser, la razón vital como guía y la "aletheia" en el logro. Es una vida y una obra, la suya, que admiramos porque percibimos en ella la imagen de la Verdad. Porque si no es sencillo llegar a escribir como se habla, sólo los grandes lo logran, más difícil es hablar de tal forma que lo que escribas sea bello y sublime, como es el caso. Por eso, en su homenaje, le dedico estos fragmentos de Kant que le van como anillo al dedo, con mi enorme agradecimiento, por una razón extraordinaria: Si toda lectura de un texto es una íntima conversación, leer los libros de Delibes es la más agradable conversación que pueda mantener nadie, y dado que, cómo también dice Kant en la misma obra que señalo, : "Aquél cuya conversación ni divierte ni conmueve, es un fastidioso". Los que leemos mucho también podemos constatar la cantidad de "fastidiosos" que nos encontramos por el camino. Delibes esdedesear.

lunes, 8 de marzo de 2010

Justicia utopiana.

"Quien acude a la intriga y al soborno para conseguir una magistratura, pierde toda esperanza de obtenerla para el resto de su vida. La convivencia social es amable. Ningún magistrado, por ejemplo, es insolente o terrible. Se les llama padres y demuestran serlo. Reciben muestras de deferencia y honor de una forma espontánea y libre. Nadie es obligado a rendir tales honores si no quiere. Ni el mismo príncipe se distingue de la masa por el vestido o la diadema sino por un manojo de espigas que lleva consigo. De la misma manera, el distintivo del pontífice es un cirio que le precede.
Tienen muy pocas leyes, pero, para un pueblo tan bien organizado, son suficientes muy pocas. Lo que censuran precisamente en los demás pueblos es que no les basta la infinita cantidad de volúmenes de leyes y de intèrpretes. Consideran inicuo obligar a hombres por leyes tan numerosas para que puedan leerlas o tan oscuras para que pueden entenderlas.
En consecuencia, quedan excluídos todos los abogados en Utopía, esos picapleitos de profesión, que llevan con habilidad las causas e interpretan sutilmente las leyes. Piensan, en efecto, que cada uno debe llevar su causa al juez y que ha de exponerle lo que contaría a su abogado.
De esta manera, habrá menos complicaciones y aparecerá la verdad más claramente, ya que el que la expone no ha aprendido de su abogado el arte de camuflarla. Mientras tanto, el juez sopesará competentemente el asunto y dará la razón al pueblo sencillo frente a las calumnias de los pendendencieros. Tales prácticas serían difíciles de observar en otros países, dado el cúmulo inverosímil de leyes tan complicadas. Por lo demás, todos allí son expertos en leyes, pues, como dije más arriba, las leyes son escasas, y además, cuanto más sencilla y llana es su interpretación, mas justa se considera. Piensa , en efecto, que la finalidad de la promulgación de una ley es que todos conozcan su deber. Ahora bien, ¿no serán pocos los que conozcan su deber, si la interpretación de la ley es demasiado sutil.? Raras son, en efecto, las personas que pueden captar su sentido. Por el contrario, si el sentido es el más llano y el más común, ¿no estará clara la ley para todos? ¿Qué le importa, si una vez promulgadas, las leyes son tan embrolladas que para negar su verdadero sentido hace falta un talento superior y una larga discusión? El juicio del vulgo no penetra en tales honduras. Ni basta para ello una vida ocupada en ganar el pan de cada día.

Precisamente, la admiración de estas cualidades hace que algunos países vecinos, libres y soberanos, les pidan magistrados para uno o para cinco años. (es de saber, que muchos de estos pueblos fueron liberados de la tiranía hace ya mucho tiempo por los utopianos.) Cuando termina su mandato los devuelven cubiertos de honores y de gloria, y se llevan a su patria otros nuevos. Y hay que reconocer que los pueblos que así obran, cuidan de manera extraordinaria del bienestar de su Estado. ¿No depende acaso su salvación o su ruina de la honestidad de los magistrados? ¿pueden hacer tales pueblos algo mejor que elegir a unos hombres que no se venderían por dinero alguno? El dinero sería inútil a hombres que deben volver a su patria en breve plazo. ¿Puede doblegar también a estos hombres la aversión o la inclinación hacia alguien siendo como son desconocidos de los ciudadanos?

Cuando estos dos males, la parcialidad y la avaricia, se apoderan de los tribunales, desintegran al instante toda justicia..."



De "De óptimo reip. statu, deque nova ínsula Utopia. Libelus vere aureus , nec minus salutaris cuam festivus, claríssimi disertissimique viri Thomae Mori. Inclytae civitatis londinnensis ciuis et vicecomitis apud inclytam basileam, Mense novembri.M.D. XVIII".



(De "La mejor forma de comunidad política y la nueva isla de Utopía. Librito de oro, tan saludable como festivo, compuesto por el muy ilustre e ingenioso Tomás Moro. Ciudadano y sheriff de la muy nobre ciudad de Londres."



¿Qué hace que sintamos inclinación o aversión hacia alguien que no es totalmente desconocido? Pueden ser dos o tres cosas, que nos dejemos llevar por la imaginación, que nos dejemos llevar por influencias ajenas a nuestro criterio, o que tratemos de hacernos una opinión lo más objetiva posible y sobre todo propia, en base a la poca o mucha información de que dispongamos. Las dos primeras posiblidades son, desde mi punto de vista, aunque muy frecuentadas, detestables, y deben ser sustituídas por el digno "mejor no opino". La tercera, puede servir de premisa para llegar a esta conclusión también: "mejor no opino, de lo que no sé suficiente", pero al menos tranquiliza, como tranquiliza llegar a saber que "solo se que no se nada" después de haber estudiado mucho.


¿Qué sé yo de Garzón?, me pregunto. Que es un señor juez, que unas veces baja y otras sube, las escaleras de la Audiencia, por lo que veo en la TV. (y espero que sepa si las sube o las baja, no cómo otros), que va envejeciendo, engordando y caneando el cabello, como todo hijo de vecino. Que le da unos besitos a una señora que le espera muy a menudo. Que lleva unos asuntos de muy alta catanga, que parecen muy dignos de ser juzgados por la peligrosidad de los delitos que se cometen en ellos, a veces de narcotraficantes, otras de terroristas, otras de corruptos muy corruptos, otras de causas para otros "incausables". Que, algunos de estos asuntos atañen, no sólo al pueblo español, sino también a otros pueblos, y han merecido el agradecimiento de los ciudadanos de estos países. Que además se ha tomado un año sabático y se ha ido a dar unas conferencias a EE.UU, al parecer, por lo que se dice, patrocinadas o subvencionadas. También se dice, por lo que sé, que no siempre instruye bien y que tiene mucho afán de protagonismo. Que duerme muy poco, dos o tres horas, y trabaja mucho. Esto es todo lo que sé de Garzón. Y si no hubiera tanto embrollamiento de leyes y tantos leguleyos embrollándolas más, no creo que hubiera motivo alguno para que se encuentre en la situación que se encuentra, que me parece una auténtica bufonada propia del país del esperpento. Conclusión: por los datos que tengo de este señor más bien siento inclinación que aversión, pero mejor no opino de lo que no sé suficiente. Aunque espero que siga, porque esdedesear.

martes, 2 de marzo de 2010

Hablar de lo que se ama

Qué tontería hablar de lo que se ama! ¿Qué se puede ganar? El placer de conmoverse uno mismo un instante por el reflejo de la emoción de los otros. Pero un tonto, picado por vernos hablar solos, puede inventar una chanza que enturbie nuestros recuerdos. De ahí, tal vez, este pudor de la verdadera pasión que las almas comunes olvidan imitar cuando representan la pasión."
(...)
"No es un gran mérito haber estado seis veces en Roma. Me atrevo a mencionar este pequeño detalle porque tal vez me valga un poco de confianza de parte del lector.
El autor de este itinerario tiene una gran desventaja; le parece que nada o casi nada merece ser comentado con seriedad. El siglo XIX piensa todo lo contrario y tiene sus razones. Requiriendo las opiniones de una serie de buenas personas que no han tenido el tiempo de formarse una opinión, pone a todo hablante en la necesidad de adoptar un aire grave que se impone al vulgo y que los prudentes perdonan, dada la necesidad de los tiempos."
(...)
"Roma, 17 de agosto de 1827. ¡Cuántas mañanas felices he pasado en el Coliseo, perdido en algún rincón de esas ruinas inmensas.! Desde los pisos superiores se ve abajo, en la arena, los galeotes del Papa trabajar y cantar. El ruido de sus cadenas se mezcla con el canto de los pájaros, tranquilos habitantes del Coliseo. Levantan el vuelo a centenares cuando uno se acerca a las malezas que cubren los asientos más altos donde se situaba antes el pueblo rey. El gorjeo apacible de los pájaros, que resuena débilmente en ese vasto edificio y, de vez en cuando, el profundo silencio que le sucede, ayudan sin duda a que la imaginación vuele hacia los tiempos antiguos. Se alcanzan los goces más intensos que la memoria pueda procurar.
Esta ensoñación, que yo alabo al lector y que tal vez le parezca ridícula,
"C'est le sombre plaisir d'un coeur mélancolique.
(Es el placer sombrío de un corazón melancólico)
La Fontaine
Es imposible para la primera juventud, tan loca de esperanzas. Si, más feliz que los estudiantes de finales del siglo pasado, el lector no ha aprendido penosamente el latín en su primera infancia, su alma estará tal vez menos preocupada por los romanos y lo que hicieron sobre la Tierra. Para nosotros, que hemos traducido durante años fragmentos de Tito Livio y de Floro, su recuerdo precede a toda experiencia; Floro y Tito Livio nos han narrado batallas célebres ¡y qué idea no se hace uno de una batalla a los ocho años! Entonces la imaginación es fantástica y las imágenes que dibuja inmensas. Ninguna experiencia fría puede rebajar sus contornos.
Después de las imaginaciones de la primera infancia, no he hallado sensación análoga, por su inmensidad y su tenacidad, que triunfe sobre todos los otros recuerdos más que en los poemas de lord Byron. Como se lo decía un día en Venecia, citando el Giaour, él me respondió: Por eso ve allí líneas de puntos. En el momento en que la experiencia de los tiempos razonables de la vida puede atacar una de mis imágenes, la abandono, no quiero que el lector encuentre en mí las mismas sensaciones que en la Bolsa...
...Esta ensoñación de Roma, que nos parece tan dulce y nos hace olvidar todos los intereses de la vida activa, la encontramos igualmente en el Coliseo o en San Pedro, según las diposición de nuestros espíritus. Para mi, cuando estoy sumergido en estas ensoñaciones, hay días en los que si me anunciaran que soy el rey de la Tierra, no me dignaría levantarme para ir a gozar del trono; lo postergaría para otro momento."
De "Paseos por Roma.I". Por Stendhal.

Estas palabras entusiastas y llenas de humildad del viajero Stendhal se encuentran en las primeras páginas del libro que os quiero comentar. Ya dije en alguna ocasión que la mayor dificultad para escribir la encuentro yo, dejando a un lado la escasa calidad de mi prosa o la baja cantidad de mis ocurrencias, en hacerlo llevando a cabo un proceso de "memoria y olvido", (expresión atribuible a Borges, me parece pero no lo sé con certeza). Cualquier sensación, reflexión o racionalización que lleve a cabo siempre ha sido plasmada anteriormente por alguien admirable admirablemente, valga la refinfoncia, lo que conlleva simultáneamente el placer de ver bellamente autorizadas tus deducciones y por otra parte una nueva confirmación de que podrías estar muy bien calladita porque ninguna falta hacen tus escuálidas aportaciones a este mundo apasionante, en el que el mayor de los placeres se alcanza siendo lector mucho antes que escritor.
La aplastante sentencia que contiene el primer fragmento es la imagen prístina de un meláncolico sentimiento que me embarga cada vez que me enfrento a la "página en blanco", porque ese es el único motivo por el que empecé este blog y el único que me mantiene: el placer de hablar de lo que se ama y la confrontación constante con ese mismo interrogante que se plantea Stendhal.

No hay una forma más bella de planificar un viaje, a mi entender, que pasar un tiempo disfrutando de la narración de alguien que generosamente haya puesto a nuestra disposición sus apreciaciones, emociones, opiniones, sensibilidad y sabiduría, que en este caso se unen a la amena conversación, que es el estilo que el grandísimo escritor imprime a su guía. Esa es la enorme recompensa de la literatura, en cualquiera de sus manifestaciones, que aún cuando "nada o casi nada merece ser comentado con seriedad" se reviste del inmenso poder de preservar para nosotros y en nosotros un estadio de nuestra vida en el que se fraguó toda esperanza de la felicidad posible: la infancia, "después de las imaginaciones de la primera infancia no he hallado sensación análoga, por su inmensidad y su tenacidad, que triunfe sobre los otros recuerdos..." para Stendhal lo hacían los poemas de Lord Byron, para nosotros puede ser su "El Rojo y el Negro", "La Cartuja de Parma", etc. o estos deliciosos, e impresionantes a la vez por la cantidad de minuciosa información en todos los aspectos, artísticos sobre todo pero también domésticos, anecdóticos y personales, recuerdos de sus Paseos por Roma. Porque esdedesear.