jueves, 23 de junio de 2011

Olvidar

Observo algo paradójico en los tiempos que corren. Hay por una parte una infantilización evidente de la sociedad, definida, entre otros atributos,  por una tendencia ciega hacia el hedonismo por la que los individuos tratan de prolongar un estado de adolescencia que no quiere ver ni en pintura las posibles bondades del compromiso y prefieren tomarse la vida como un juego, (hijos que se eternizan en su hijismo, viejos que quieren ser jóvenes eternos, políticos enzarzados en eternas mentiras, ciudadanos fingiendo  creérselas, largo etc. ya de sobras conocido) y por otra parte,  y en absoluta contradicción, una excesiva dramatización en el discurso colectivo, ese que ocupa un buen pedazo de nuestro tiempo, de nuestras conversaciones y de nuestros, incluso involuntarios, pensamientos, cual es el  fruto del bombardeo de noticias en los medios de comunicación y la servidumbre con que la audiencia las acogemos, mascullamos, comentamos impenitentemente.

Es un tema largo y atractivo para el debate pero ya sabeis que yo lo que quiero es ir a al "grano" personal. Estoy a punto de irme de vacaciones y me viene a la cabeza como ha sido este último curso vital. Pues bien, he sobrevivido en lo personal a dos traumatólogos, un neurólogo, un cirujano vascular, un ginecólogo, dos fisioterepeutas, un quiromasajista, un osteópata, unos análisis clínicos, una resonancia magnética, una densitometría, una mamografía y un doppler, no incluyo al médico de cabecera porque él tuvo que sobrevirme a mi. Es un amigo. Y en los ratos libres que mis dolencias (ahora me sorprendo) me dejaban, he sufrido los recortes salariales merecidos por ser ¡funcionariaaaaa! entre los aplausos de mis compatriotas que jaleaban solícitos los mensajes de los probos tertulianos: ¡A la hoguera! decían a coro;  he sufrido a esos mismos tertulianos (reconozco que con estos sucumbí pronto y desconecté, cuando se fue Iñaki, ya no volví a pecar, mea culpa), pero sobre todo he sufrido con los millones de refugiados desplazados de sus territorios, con los miles de muertos de las riadas en Colombia, la India, Perú, y las del país, las hambrunas, las nevadas históricas de EE.UU, los incendios forestales sin precedentes, los huracanes asoladores de ciudades enteras, el angustioso rescate de los mineros de Chile, las propias condiciones espantosas de los mineros de medio mundo, la locura transitoria de los controladores españoles, las presiones de los mercados, las subidas y bajadas vertiginosas del Ibex 35, la difícil colocación semanal de la deuda, los muertos en carretera del fin de semana, las víctimas de la violencia machista, las víctimas del terrorismo, las víctimas del terrorismo (repito porque son dos asociaciones distintas y no quiero ofender), el terremoto y el tsunami de Japón, los heroes de Fukushima, el debate de las nucleares, las cifras del paro, la subida de la inflacción, la bajada del déficit, los desahucios, las cosechas destrozadas por el granizo, la morosidad, Guantánamo,  no saber qué  hacer con la ciudad de la cultura que nos legó Fraga, por el terremoto de Lorca, el cambio climático, las cumbres- no las enumero porque nos pasamos la vida de cumbre en cumbre- los problemas del cine español, el aumento de la obesidad en adolescentes, la retirada de las tropas de donde estén, las revoluciones en Oriente, las nuevas porque la vieja de Oriente Medio me tiene en un sinvivir desde que era una niña, las conversaciones de paz., la bacteria E coli, y las pérdidas del pepino.  Una lista interminable de quebraderos de cabeza que me mantienen inconsolable, desolada, y un pelín culpable por no poder hacer nada. Cuando pienso que debería ir a ayudar  a la India ya me claman los presos políticos cubanos.

Pero qué lógica es esta? ¿Qué absurda lógica informativa es esta? Chomsky da una explicación convicente de las causas de esta manipulación mediática http://www.attacmadrid.org/?p=2738
No tenemos bastante con preocuparnos del amigo que se queda en paro, de  los problemillas o problemones de nuestros seres queridos, del amor que pasa por tu puerta sin quedarse a tomar el te, y de, por ejemplo, por qué rayos todavía suena tan mal lo que soplo con la flauta, del michelin que se te impone, de los libros que me quedan por leer, y de muchas sencillas y cercanas cosas muy suficientes para la débil y vulnerable mujer que soy.  Por si fuera poco hace años que me prometo no ver los informativos y no lo consigo, es una perversión, y tengo una nueva carga que curar sobre mis espaldas. 

¿Seguirán las abejas polinizando sus flores tranquilamente en Filiel a mi regreso? ¿Dormitará el Teleno, enigmático, su sueño eterno como cuando lo dejé? Discurrirá idéntico el río sonoro en cuyas aguas no me bañaré dos veces? Lucirá el sol cada nueva amanecida? Y la luna,  me volverá a acompañar mientras riego el jardin agostado cada noche? Me estarán esperando los caminos pedregosos para reemprender la marcha? Y el silencio armonioso, se seguirá escuchando? Con vuestro permiso me transmuto de indignada a olvidada. Feliz verano a todos. Esdedesear.

viernes, 17 de junio de 2011

Lección completa de amor.

4.2. Tipos de personas a quienes se ama y causas del amor"
Puestas estas bases, es necesario que sea amigo quien se alegra con los bienes de uno y se entristece con sus penas, no por ninguna otra razón sino por uno mismo. Porque, ciertamente, todos nos alegramos cuando acontecen las cosas que apetecemos, así como sentimos pesar cuando acontecen las contrarias, de modo que tanto las penas como los placeres son signos de la voluntad. En consecuencia, son amigos aquellos que tienen por buenas o malas las mismas cosas y por amigos y enemigos a las mismas personas; pues es forzoso querer para los amigos lo mismo que para uno, de manera que aquel que quiere para otro lo mismo que para sí pone con ello de manifiesto que es amigo suyo. Se ama  igualmente a nuestros bienhechores o a los de las personas de nuestro interés o a los que nos hacen favores-sean estos grandes, o hechos con buena intención, o en determinadas ocasiones y por causa de uno mismo- o a los que consideramos que estarían dispuestos a hacérnoslos. Y también a los amigos de nuestros amigos y a los que aman a los que amamos; a los que son amados por quienes nosotros amamos ; y a los que tienen los mismos enemigos que nosotros, a los que odian a quien nosotros odiamos y a los que son odiados por los que a nosotros nos odian: todos éstos, en efecto, parecen tener por bienes las mismas cosas que nosotros, de manera que quieren para ellos los mismos bienes que para nosotros, lo cual era lo propio del amigo.
     Además de en estos casos, se ama también a quienes son capaces de proporcionarnos algún beneficio, sea en materia de dinero o de seguridad, razón esta por la que se tiene en tanta estima a los que son liberales, a los valientes y a los justos; por su parte, se supone que son así los que no viven a expensas de los demás, o sea, los que viven de su trabajo; y, entre éstos, los que viven del cultivo de la tierra y en especial los que trabajan por cuenta propia. Asimismo se ama a los moderados, porque no son injustos y a los pacíficos por la misma razón. Como también a los que queremos tener por amigos con sólo que parezca que ellos lo quieren, y tales son los que por su virtud son buenos y los que gozan de buena reputación sea entre todos o entre los mejores o entre los que nosotros admiramos o entre los que nos admiran.
     Además se ama a aquellos que nos deleitan con su trato y compañía, como son los complacientes y los que no reprueban los errores que cometemos ni son amigos de disputas o pendencieros (pues todos estos son reñidores y los que riñen ponen con ello de manifiesto que quieren lo contrario que uno), así como los que tienen tacto lo mismo para hacer chistes que para aguantarlos, ya que en ambos casos se produce con ellos una rápida camaradería, por ser, como son, capaces de admitir una broma y de gastarla de un modo conveniente.
     También se ama a los que elogian las cosas buenas que uno tiene, sobre todo si entre ellas hay algunas que uno teme no tener. Asimismo, a los que son pulcros en su aspecto, en su vestimenta o en cualquier manifetación de su persona. A los que no nos reprochan ni nuestras faltas ni sus servicios, pues una y otra cosa son propias de censores. A los que no son rencorosos ni vengativos de las ofensas, sino que están bien dispuestos a la reconciliación, porque se supone que, así como son para los demás, asi serán tambien para uno mismo. A los que no andan diciendo lo que está mal ni están pendientes de las cosas malas del que tienen al lado o de uno mismo, sino sólo de las cosas buenas, ya que eso es lo que hace el hombre bueno. A los que no plantan cara a los que están iracundos o sensibilizados por algo, pues los que eso hacen es que buscan riña. A los que están en una disposición de interés hacia nosotros, por ejemplo manifetándonos su admiración, considerándonos virtuosos, disfrutando de nuestra compañía y, sobre todo, compartiendo los mismos sentimientos hacia las cosas por las que nosotros queremos ser admirados o parecer virtuosos o atractivos. También a nuestros iguales y a los que tienen nuestra misma ocupación, siempre que no nos entorpezcan ni se ganen la vida con lo mismo que nosotros, pues de ahí surge lo de "alfarero contra alfarero". Y a los que desean las mismas cosas que nosotros, siempre que sea posible compartirlas, porque, si no, ocurre lo mismo que antes.
   Igualemente se ama a aquéllos ante los que se está en tal disposición que no se siente vergüenza por las cosas que son vergonzosas según la opinión. con tal que no implique desdén- y ante os que uno se siente, en cambio, avergonzado por las cosas que son vergonzosas de verdad. Amamos también o deseamos ser amigos de aquéllos de quienes nosotros somos competidores y por los que queremos ser emulados, no envidiados. Como también de aquéllos a quienes ayudamos a conseguir bienes, siempre y cuando no vaya eso a acarrearnos males mayores. Y de aquellos que aman a sus amigos ausentes de la misma manera que a los presentes, razó por la cual todos amamos a los que así se comportan con los difuntos. En general se ama a los que son muy amigos de sus amigos y no los abandonan en las dificultades; porque, en efecto, de entre los hombres buenos amamos sobre todo a los que son buenos en la amistad. Igualmente, a los que no andan figiendo con nosotros; y son tales los que incluso nos hablan de sus propios defectos, pues ya se ha dicho que ante los amigos no se siente vergüenza por las cosas que son vergonzosas según la opinión; así que, si uno siente vergüenza, es que no ama, mientras que el que no siente vergüenza se hace semejante al que ama. También se ama, en fin a quienes no nos causan miedo y a quienes nos inspiran confianza, porque nadie ama a aquel que teme."

Esto escribió Aristóteles en su "Retórica" , tratado que escribió una vez que volvió a Atenas y se la encontró hecha unos zorros. El tratado formaba parte de su actividad docente en el Liceo, donde intentaba  llevar a cabo una paideia que ofreciese la posibilidad de enjuiciar las conductas de los hombres, para afrontar los problemas que acuciaban a la sociedad, y lo hacía deliberando sobre la causalidad psicológica de los acontecimientos. . No cabe duda de que lo llevaba a cabo por extenso, porque le interesaba educar en la sensatez, hacer hombre juiciosos que guiaran bien sus elecciones.
¿Por qué no se enseñan hoy estas cosas, tan bellas? Por qué se siguen manteniendo en el tiempo absurdos como el de "quien bien te quiere te hará sufrir" o "cuanto más reñidos más queridos",  "los caracteres opuestos se complementan", etc sarta de sandeces parecidas. Por qué el amor no está entre los más fundamentales temas a tratar en la educación?

Esto y no otra cosa es el amor, quizás por eso Aristóteles consideraba incompatible tener amigos con tener muchos amigos. ¡Qué bien me lo he pasado escribiéndolo! Me  he podido olvidar por un rato de la indignación. Esdedesear

jueves, 2 de junio de 2011

Perder el tiempo.

"Hemos planteado la cuestión de saber si es posible narrar el tiempo, únicamente para confesar que ésa era precisamente nuestra intención en la historia en curso. Y si nos hemos preguntado, de paso, si los lectores reunidos en torno de nosotros se dan todavía claramente cuenta del tiempo que ha transcurrido...¿Cuanto tiempo había vivido Joachim con Hans Castorp hasta su partida?¿Cuanto tiempo habia vivido con él en todo y por todo? ¿Cuándo, ateniéndose al calendario, había tenido lugar su partida? ¿Cuanto tiempo había estado Joachim ausente?....
A todas estas preguntas. suponiendo que se hubiesen formulado, lo que, por otra parte, nadie hizo, y lo que él mismo tampoco hizo, pues recelaba sin duda el planteárselas- Hans Castorp no hubiera podido contestar más que dándose golpecitos con las yemas de los dedos sobre su frente; no hubiera podido decir nada justo, fenómeno tan inquietante como cierta incapacidad que había sentido desde su llegada y que ahora se había agravado, pues decididamente no sabía ya nada respecto a la edad que podía tener.
Esto puede parecer extraño, pero está muy lejos de ser sorprendente ni increíble, pues, en determinadas condiciones, eso puede ocurrirle a cualquiera de nosotros. Si estas condiciones se realizasen, nada podría impedirnos el perder toda conciencia de curso del tiempo y, por consiguiente, de nuestra edad. Ese fenómeno es posible, puesto que no poseemos ningún órgano interior para percibir el tiempo, y por lo tanto somos incapaces, desde un punto de vista absoluto, de determinarlo por nosotros mismos y sin ayuda de referencias exteriores, ni siquiera aproximadamente....

Hay en la tierra un concurso de circunstancias, de ambientes o de paisajes (si se puede hablar de paisaje en el caso que nos ocupa) en los cuales un tal confusión y un tal desleimiento de las distancias en el tiempo y en el espacio se producen, en cierto modo naturalmente y a justo título, progresando hasta una indiferencia vertiginosa, de manera que una zambullida en esa magia prodigiosa puede ser admitida al menos durante las horas de vacaciones. Nos referimos a un paseo a la orilla del mar, un estado del cual Hans Castorp se acordaba con la más viva simpatía, como lo que encontraba de nuevo en la vida sobre la nieve: el recuerdo de las dunas de su país. Esperamos que la experiencia y los recuerdos del lector nos servirán para hacernos comprender cuando evocamos esa maravillosa soledad. Se anda y se anda...Jamás se regresará a tiempo de semejante paseo, pues se ha perdido el tiempo y el tiempo nos ha perdido"

De "La Montaña Mágica" por Thomas Mann.

Recuerdo una anécdota que sucedía en un reportaje realizado en una determinada tribu muy alejada de nuestra cultura: a un hombre viejo le enseñaban los reporteros un espejo, y el hombre asombrado dijo: ¡No sabía que me había vuelto tan viejo!. No cabe duda de que el paso tiempo para aquel hombre estuvo desprovisto de una de las más tristes percepciones que nos acompañan a los que disponemos de espejos por doquier, la de contemplar cómo nos vamos envejeciendo y su terrible consecuencia, que Unamuno llamaba los yos ex-futuros, es decir el abandono de las posibilidades, lo que podríamos haber sido y no fuimos, lo que ya no nos da tiempo de hacer, y la consiguiente lucha por ganar esa batalla.
No cabe duda de que son las referencias exteriores las que nos dan la medida del tiempo que pasa, como dice Mann, y no cabe duda de que no tenemos un reloj interior que nos señale exactamente la hora en qué vivimos. Es fácil verlo por ejemplo con la lectura, con el cine, con los paisajes naturales, con el amor cuando nace, todos ellos nos permiten vivir en un tiempo o distinto o de distinta duración, o de ninguna duración. En ello consiste su éxito, su resultado es una sensación de presente permanente. El presente que no es tanto una medida del tiempo, un instante, como un estado del alma, que no anhela el pasado ni espera el futuro, es un espacio de inconsciencia pura del que nos apartamos constantemente urgidos por los "venenos mentales" de los que nos hablaba Matthieu en una entrada reciente de este blog.
Nos parece que una huída a la naturaleza es la recuperación del paraíso perdido pero el auténtico paraíso perdido se encuentra en nuestras mentes oculto detrás de los afanes por ganarle tiempo al tiempo. Perder el tiempo, solo hay que estar atento a qué clase de referencias nos buscamos para medirlo. Esdedesear.