jueves, 10 de diciembre de 2009

"Optimismo ilustrado"

Optimismo
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La historia de el término optimismo surge del latín "optimum": "lo mejor". El término fue usado por primera vez para referirse a la doctrina sostenida por el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz en su obra Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (Amsterdam, 1710), según la cual el mundo en el que vivimos es el mejor de los mundos posibles.
Comúnmente se cree que Voltaire fue el primero en usar la palabra en 1759, como subtítulo a su cuento filosófico Cándido (en el que se burla en casi cada página de la idea de Leibniz). Ciertamente Voltaire fue el primer personaje famoso que usó aquella palabra en el siglo XVIII y quizá también el que la popularizó; no fue, sin embargo, su inventor. El término "optimismo" aparece por primera vez, en francés (“optimisme”), en una reseña de la Teodicea publicada en el magazín de los jesuitas franceses Journal de Trévoux (no. 37), en 1737. En ese mismo año, el filósofo y matemático suizo Jean-Pierre de Crousaz repitió la palabra en un examen crítico del Ensayo sobre el hombre de Alexander Pope. Aquellos primeros usos, como el posterior de Voltaire, fueron burlones. En 1752, el Dictionnaire universel de Trévoux aprueba el término; diez años después, la Academia francesa lo incluye por primera vez en su Dictionnaire. El término es usado por primera vez en inglés ("optimism") en 1743 por el británico William Warburton, en una respuesta al examen de Crousaz arriba mencionado. Por su parte, los primeros en usar el término en alemán ("Optimismus") fueron Gotthold Ephraim Lessing y Moses Mendelssohn, en su escrito Pope: ¡un metafísico! de 1755.
Por lo demás, la noción de optimismo se opone al concepto filosófico de pesimismo.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Optimismo"


¿A que no pensabais que el uso del término optimismo fuera tan reciente? Pues si, ¡viva la wiki!. Como veis está relacionado con una pretendida burla de Voltaire a la filosofía de Leibniz, filosofía de la que ya os hablé más de una vez, y de la que hoy quiero volver a hablar porque ese "optimismo ilustrado" corre por mis venas, por suerte, ¡aleluya!, viene siendo un estar satisfecho, un sentirse pleno porque lo que tú eres no está completo todavía, ¿os acordais? : "Que cada substancia singular expresa todo el universo a su manera, y que en su noción están comprendidos todos sus acontecimientos con todas sus circunstancias y toda la serie de las cosas exteriores" del Discurso de la Metafísica, de Gottfried Wilhem Leibniz. Todos sus acontecimientos significa todos y cada uno de los atributos que actualizaremos hasta el último día, hasta la hora última. Es un optimismo redentor, que ilumina los hechos pasados con la esperanza de los futuros, haciéndo de ellos sólo un comenzar, un prepararse para los que vendrán, y que vendrán. Esos de los que un día diremos: "siento que siempre me he estado preparando para esto".



También he traído aquí la filosofía de Gómez Pin y algunos artículos suyos relacionados con la redención por el lenguaje en la madurez de la vida. Permitidme que recuerde hoy éste reciente. Al fin es lo que yo quiero deciros y no lo digo tan bien como él. No me entristece envejecer y los años que van a venir no me alejarán de lo que voy a encontrar. Esdedesear.

Artículo de Demetrio Pin en El Boomerang

El retorno de Proust a Venecia.
"Venecia es en exceso, para mí, un cementerio de felicidad para que tenga todavía la fuerza de volver. Lo deseo muchísimo, pero cuando pienso en ella con la claridad de un proyecto, se suscita en mí un cúmulo de angustias que se opone a su realización"
Marcel Proust escribe estas líneas en una carta escrita en mayo de 1906. El escritor únicamente estuvo en Venecia en dos ocasiones, ambas en 1900, la segunda solo y la primera acompañado de su madre. Y sin embargo Venecia juega en La Recherche un papel determinante, análogo al que juegan las localidades ficticias de Combray y Balbec o la ciudad de Paris.
Muchos son a lo largo del libro los párrafos en los que esta auténtica fijación con Venecia se ponen de relieve, ante lo cual se impone una pregunta: ¿por qué desiste ante cada idea del retorno, y finalmente acaba renunciando? Responder a esta pregunta pasa por intentar dar cuenta de la intuición central que anima a realizar ese enorme esfuerzo que conduce a La Recherche, y que tiene un indudable interés filosófico. La fidelidad a esta intuición supone renunciar a encontrar algún tipo de plenitud en el reencuentro efectivo, empírico, con aquello que en nuestra conciencia esta asociado a una plenitud pasada, ya se trate de ciudades, paisajes o personas
:
"Había experimentado en demasía la imposibilidad de alcanzar en la realidad lo que reposaba en el fondo de mí; que no era en la plaza de San Marco, como no lo fue Balbec en mi segundo viaje (...) donde yo reencontraría el Tiempo perdido".
Cambiando de método, renunciando al reencuentro empírico, sumergiéndose en sí mismo, cabe - ¡ni más ni menos¡- que reencontrar el tiempo perdido. Esto es lo que Narrador de la Recherche, y con él el propio Marcel Proust, se propone, y ello como ya he tenido ocasión de decir, sin traicionar exigencia racional alguna, sin repudiar el segundo principio de la termodinámica.
La pregunta (ingenua y que ha de formular todo aquel que se adentra en la lectura de este libro) es obvia: ¿Cómo se recupera el Tiempo perdido, y quizás con él esa Venecia misma a la que se ha renunciado a viajar para no limitarse a un reencuentro con las imágenes escuálidas y sin sabia que sus adoradores retienen de ella?
El lector de la Recherche (y sobre todo de esa prodigiosa reflexión sobre la esencia de la literatura que es -entre otras muchas cosas- El Tiempo reencontrado) sabe que el primer paso es intentar re-instalarse en lo que el Narrador denomina "metáfora" (y que ya he señalado aquí que abarca más que lo que este término designa en lingüística). Se trata de retornar a una relación con el lenguaje en la que prime la alianza de las palabras, lo cual supone que las palabras alcancen libertad, que sus prodigiosos recursos no queden reducidos a la función trivial de fijar nomenclaturas. Pues tras las nomenclaturas con las que habitualmente el lenguaje encorseta la vida (empobreciéndose con ello de hecho a sí mismo), la "alianza" de palabras alimenta la imaginación, haciéndola reencontrar la acuidad que le era propia en su despliegue de los años infantiles.
El ser que retorna al universo en el que cuenta más el puente entre las sensaciones y las ideas que las sensaciones mismas, el ser que explorando las potencialidades del lenguaje forjadoras de tal puente confunde su esencia en ellas, el ser que "tiene el oído suficientemente fino y preciso para percibir entre dos sensaciones, entre dos ideas, una armonía sutil que no todos perciben" , surge quizás tarde, cuando las fuerzas flaquean, cuando el don de hacer revivir el mundo impreso por palabras, esta ya debilitado. Sin embargo, escribe Marcel Proust, "es a menudo en otoño, cuando no hay ya flores ni hojas, que se perciben en los paisajes las armonías más profundas". En la vejez y en la enfermedad, "sobre ruinas", resucita el niño que se embriagaba con las palabras y amaba el mundo a través de las mismas. Esta resurrección toma forma de actualización de un acontecimiento que la memoria cotidiana mantiene en una suerte de asepsia, así el sonar arcaico de una campanilla para cuya escucha se hace necesario "
cesar de oír el sonido de las conversaciones que las máscaras mantenían en mi entorno (...) re-descendiendo en mi mismo". Y cuando este sacrificio de la identidad convencional, forjada precisamente en el comercio con los seres a los que ahora el Narrador se esfuerza en no oír, se consuma, la ruina misma del tiempo toma una significación diferente y sobre todo tiene mucho menos peso. He citado ya aquí el siguiente texto:
"No me entristecía envejecer porque ponía la finalidad de mi vida no detrás de mí sino ante mí, no considerándome como una flor que se marchita sino como un fruto que se forma, y que los años que iban a venir no me alejarían de algo que intentaría encontrar."
[Publicado el 27/11/2009 a las 09:00

Foto: Filiel en otoño.

6 comentarios:

Barbebleue dijo...

Es curioso que sobre la definición misma de Optimismo aparezcan las ensoñaciones de Proust: toda una batería de pesimismo psicológico, muy evidente en el propio título de su magna obra.

Desde la visión de un pesimista antropológico, los términos optimismo e ilustrado los considero antitéticos.

Un placer, como siempre.

Esdedesear dijo...

Salud Barbebleue, y gracias por estar siempre ahí, acogiendo mis propias ensoñaciones.
Nada me parece más propio de un optimista que encerrarse 14 años a escribir una obra "en busca del tiempo perdido" para terminar con el "tiempo reencontrado".
Un auténtico pesimista no escribe un blog como el tuyo más propio de un "en-theos": entusiasmado. Otro placer.

pfp dijo...

hola buenas, aquí una optimista (a mi pesar)...porque mira que está todo de color de hormiga (hormiga negra, quiero decir).
Yo Conchita te agradezco mucho esa introducción del optimismo, ilustrada e ilustrativa, al resto no llego... mis órbitas no llegan tan lejos, y bien que lo siento...

otro placer más de mi parte

Esdedesear dijo...

Hola Pilar, creo que el optimismo es una posición basada en la aceptación, en no esperar excesivamente satisfacción de fuentes ajenas, y el pesimismo lo contrario. Básicamente es lo que viene a decir Proust, que lo que buscaba en los demás debía buscarlo en "el fondo de sí mismo".
Y luego está la satisfacción del compartir "fondos de sí mismo", como es nuestro caso. Un abrazo y muchas gracias. (estuve en Madrid, ida por vuelta casi, me acordé mucho de tí, la próxima fijo que te llamo si tú puedes).

pfp dijo...

es eso el optimismo? si? me dejas de una pieza, yo, que siempre espero algo de los demás...

Conchita, no dejes de llamarme en la próxima oportunidad que tengas de acercarte a Madrid. Será una gran alegría...

Esdedesear dijo...

Je,je, Pilar, todos esperamos algo, es más es lo único que importa y se llama amor, sólo es necesario saber qué cabe esperar,y de quién, y no hacer de las personas objetos de satisfacción , sino compañeros de satisfacciones. En roman paladino, "no pedir peras al olmo", "el que espera, desespera", "la esperanza nunca logró cambiar la temperatura del día siguiente"... las expectativas sólo sobre nuestra propia superación. Perdona esta chapa. Está muy bien el rollo pero hay que vérselas con la realidad. ¿no?