domingo, 14 de diciembre de 2008

Un inicio made in Hollywood

"Permítame que introduzca un concepto en esta coyuntura..."
De la película "Broadway Danny Rose", por Woody Allen

Ésta es la frase con la que Danny Rose (Woody Allen) iniciaba sus diálogos con los mafiosos en los sucesivos enredos de la película. Esta forma inimitable de Woody Allen de conciliar expresiones propias de más selectos auditorios con las de los más estrafalarios "partenaires", nos produce una conmovedora relajación porque consigue reducir a sainete esa cotidianidad de nuestras vidas que deslizamos demasiado habitualmente hacia el drama, sin que nos demos cuenta de que nada es para tanto. Pero aunque empezaba así su intento desesperado de ser entendido, como digo, sin embargo ya no seguía porque las cosas no se ponían como para intentar acuerdos filosofando, había que resolver de forma más inmediata. Supongo que ese mismo empeño (aunque es odiosa la comparación, tan siquiera en las intenciones, con el genio) es el que pongo en estos comentarios y me siento un poco como ese personaje entrañable y tragicómico que casi siempre representa, de mente atribulada, lenguaje caótico y rebosante de sensibilidad que de una u otra forma caminando entre la perplejidad, se conduce irremediablemente a algun escenario final sin satisfacción posible. Y así uno desea iniciar "introduciendo un concepto en la coyuntura" pero la coyuntura es la coyuntura y se resiste a soluciones conceptuales. Aún así "esdedesear", porque voy "ligera de equipaje", como nos decía Machado, libre de todo compromiso con absolutos, agradecida a los sesudos personajes que ya se encargan de la tarea de ilustrarnos y me permito desambular por el lenguaje filosófico que a todos nos pertenece. Ese que hemos olvidado, como presos que somos detrás de los barrotes de nuestra cultura, aquellos presos de la caverna de Platón.

Hablaba del Amor en anteriores entradas y hasta poner el broche final con las palabras que le dedicó Sócrates en "El Banquete", seguiré haciéndolo, sin saber si discurrirá hasta entonces mucho o poco tiempo (como sabeis concedo eternidad a cada minuto luego huelga hablar de esa artificial dimensión). Pero antes recordaré unas palabras del discurso de Pausanias, que participaba en esa reunión de entrañables amigos alrededor de una buena mesa:"No es difícil comprender las leyes que regulan el amor en los demás países, porque son claras y sencillas. No existen más que las ciudades de Atenas y de Lacedemonia donde la costumbre esté sujeta a explicación...." Está claro que los atenienses y lacedemonios ya buscaban explicaciones para "la costumbre", en este caso dirimían qué amor es bueno, bello, malo, adecuado, deseable, y qué leyes lo rigen, en resumen, cómo cabe explicarlo.

Recuerdo algo que me desasosegaba cuando estudiaba. Deseosa como estaba de encontrar verdades absolutas, convencida ya por explicaciones que se me presentaban como dignísimas respuestas a algunos interrogantes, me encontraba con que el propio autor, a estas alturas ya venerado, había tenido una segunda etapa en su reflexión, en ocasiones incluso opuesta en sus conclusiones a la primera, y así conocimos un segundo Heidegger, un segundo Wittgenstein, un segundo Freud, un joven Marx, un primer Hegel. Y con la misma satisfacción que causaba el primer impacto se producía un segundo que poco a poco conseguía impregnar nuestros espíritus, no restando valor al primero sino enriqueciendolo dialécticamente. En eso consiste explicarnos, también el Amor.

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