martes, 3 de marzo de 2009

Mi patria: la determinación.

"No sé bien por qué, pero siempre he notado con sorpresa que cuando alguien de mi tiempo se complacía voluptuosamente en rememorar las cosas de la juventud o de la niñez, yo no experimentaba goce alguna en esa inmersión y descenso a aguas pretéritas. Al contrario, el roce con la piel de mi pasado me repugnaba y toda la presunta gracia de la adolescencia y la infancia propias no ha logrado aún vencer en mi lo que tienen de cadavérico, de fenecido. Y no creo que mi vida haya sido especialmente infeliz o impresentable ni más repugnante que la que lo haya sido menos. Cuando se está fuertemente proyectado hacia el futuro, nuestro pasado no hace presa en nosotros con sus deleites particulares..."
Del Prólogo a Obras Completas (1932), por José Ortega y Gasset.


Como no hago diferencias de valor entre el contenido de mis sueños y el de mis pensamientos quiero rescatar, todavía próximo aquel viaje al "pasado" que compartí con vosotros, el sueño de la noche de mi regreso. Es difícil trasladar las sensaciones que las imágenes oníricas nos producen porque en los sueños las aristas entre lenguaje, pensamiento, percepción, sensación, figura, se difuminan y lo que parece tan evidente y significativo cuando estamos dormidos se transforma en incomunicable y aburrido en cuanto despertamos.

Transcurre en el tiempo presente, me encuentro pasando unos días de vacaciones en mi ciudad natal procedente de Bilbao (ciudad en la que empecé a trabajar hace muchos años y que en el sueño es, sin embargo, la de mi vida laboral actual). Repentinamente caigo en la cuenta de que debo incorporarme a un nuevo trabajo, un traslado que ya había solicitado antes de viajar. Ya no tengo que volver a mi anterior destino. Este nuevo puesto de trabajo que, en principio era en el lugar de mi infancia, es ahora en la ciudad donde vivo actualmente.Me incorporo a un despacho repleto de mobiliario antiquísimo, mesas y sillas de madera, máquinas de escribir obsoletas, material de despacho repujado en cuero. Varias personas lo ocupan, debemos sentarnos muy cerca unos de otros. Manifiesto mi preocupación porque hace años que ya no utilizo más que ordenadores. Me preocupa también el hacinamiento, las condiciones que no son buenas para trabajar. Las imágenes de las tres ciudades que se simultanean en el sueño aunque presentan estampas familiares no me resultan confortables, extrañamente, no tengo sentimientos de apego hacia ellas, esto me inquieta, me preocupa y sorprende descubrirlo, sin embargo me envuelve otra sensación más fuerte y abarcante de todas esas imágenes. Siento que esa extrañeza es indiferente, irrelevante, porque me inunda una gran determinación. Volveré a empezar y todo estará bien, lo se. Esta imagen sí me es familiar y confortable.

Nada más lejos de mi intención que hacer interpretaciones de tipo psicoanalítico de escaso valor objetivo y abundante tedio. Más bien quiero enlazar con aquellas palabras de Spinoza "el esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no implica tiempo finito alguno, sino indefinido", (mi sueño no puede ser más explícito, tal mêlée de tiempos, espacios y hábitos, da cuenta de ello, me parece), para literalmente atrapar una de las sensaciones fundamentales y más queridas por mi. La que con mayor fuerza se me manifiesta como deseable y apasionante: la determinación. No lo haré con mi propio lenguaje afectivo, lo haré con la definición más convicente que conozco, es la que hace Peirce, del que ya os hablé a cuento del pragmatismo, en su trabajo "Qué hace sólido un razonamiento": "...entonces una cierta reunión de sus fuerzas empezará a trabajar, y ese trabajo de su ser hará que considere cómo actuar, y de acuerdo a su disposición, tal y como es ahora, será llevado a formar una resolución respecto a cómo actuará en esa ocasión. Esa resolución es de la naturaleza de un plan, o como uno podría casi decir, un diagrama. Es una fórmula mental siempre más o menos general. Siendo nada más que una idea, esa resolución no influye necesariamente en su conducta. Pero entonces se sienta y sufre un proceso similar a aquel de imprimir una lección en su memoria, cuyo resultado es que la resolución, o fórmula mental, se convierte en una determinación"

La determinación es mi patria porque reconozco el placer que se sigue después de cada paso de la idea, de la resolución, a la determinación, y porque la huella que imprime en la memoria es un peldaño más de la escalera, del que ya no se retrocede una vez comprobada su eficacia. Una punzada en la conciencia lo impide. Creado el hábito, por pequeña que sea la acción, no hay marcha atrás. Hay quien se adhiere al sentimiento rilkeano "la verdadera patria es la infancia", yo soy más de Ortega, la verdadera patria me parece el proyecto, el quehacer:" entre los muchos haceres posibles el hombre tiene que acertar con el suyo y resolverse..." La infancia de las ideas es creer en su omnipotencia, como nos decía Freud, la madurez de los deseos es determinarnos a cumplir la vocación, como nos ofrece Ortega y con él seguiré la semana que viene, esdedesear.

4 comentarios:

José António Lozano dijo...

Lo interesante de la determinación es que la vivimos como una fuerza tenaz y silenciosa. Cuando realmente estamos decididos somos pacientes, esperamos sin desesperación y caminamos paso a paso. Desde fuera a veces no se ve pero nosotros lo sentimos.
Un abrazo, Conchita. Y espero que tu nuevo destino te consuele del anterior.Espero que podamos hablar pronto. Un abrazo

Barbebleue dijo...

La determinación, basada en la voluntad, la veo como el motor de la vida. Es el irreflenable y temible "ser con un propósito"

¡Cuánto se aprende en tu blog!

Esdedesear dijo...

Chiqui lei tu entrada de hoy, me encantó, la imprimí y la guardé para releerla de vez en cuando, me pareció brillante.
Un abrazo.

Esdedesear dijo...

Barbebleu, gracias por tus comentarios, no contaba con hacer esta travesía tan bien acompañada,"unidos por el lazo del mar", como decía hace unos días parafraseando a Conrad.