viernes, 22 de mayo de 2009

Filosofar es no vivir? (2)

" Lo único que debiera permanecer siempre actual es la culta curiosidad por cuántas configuraciones distintas suele adoptar en el tiempo y el espacio lo que irremediablemente somos". Fernando Savater


Pesa sobre nosotros una cierta confusión sobre lo auténtico y lo banal. En las relaciones personales todos preferimos la autenticidad y con frecuencia nos hallamos inmersos en un juego de lenguaje que creemos muy sincero y no deja de estar lleno de intereses bastardos, que por fuerza de la condición indigente de lo humano preferimos obviar. Lo mismo ocurre con nuestras elecciones en muy diferentes espacios. Nuestras aficiones, nuestros posicionamientos ideológicos, la propia materialización de nuestra cotidianidad. Un primer paso, una primera vuelta de tuerca, un hallar ese cabo del hilo que permita desenredar la madeja, es siempre estar advertidos de ello.

Ocurre que cualquier ejemplo sencillo, por trivial que nos parezca, puede desvelar aspectos muy profundos de lo que irremediablemente somos y merece la pena prestarle atención porque debe convertirse en una fuente de conocimiento interesante si confiamos en que aquello que pensamos, aquello que deseamos, tiene que tener una correspondencia justa y justificada en el lenguaje, porque sólo dentro de él nos movemos y solo por él padecemos o gozamos. La verdad, la autenticidad de una comunicación, siempre se percibe, igual que la inautenticidad, y nunca está referida al contenido de lo que se habla, de lo que se expresa. Los mismos temas, profundos o superficiales no importa, pueden hacernos disfrutar o padecer. Uno puede acercarse a la filosofía griega con curiosidad auténtica o hacerlo para "fardar", da igual en qué contexto, lo mismo ocurre con cualquier consumo de cultura. Dos personas pueden dialogar durante años sin sentir ese placer casi erótico que tiene la conversación del alma que trata las cosas con mirada limpia, alejada de cualquier voluntad de poder en sus diferentes manifestaciones.

Puedo escuchar a los comentaristas deportivos con más interés y atención, sin que me importen un pito los deportes más allá de lo puramente estético de algunos de ellos, tanto en las retransmisiones como en debates o informaciones puntuales, que los programas culturales que se emiten por las diferentes cadenas de televisión y radio. Y me he preguntado por ello. Me concierne el entusiasmo y la dedicación con que aquellos informan sus productos, su desenvoltura y dominio de los datos, la naturalidad de su discurso. Pues si. Tampoco me importa mucho si las recetas de Arguiñano me van a hacer brillar ante mis invitados , no es mi fuerte, y sin embargo he visto decenas de programas suyos con el placer de una cita. Cuando hace muchísimos años le entregaron uno de sus primeros premios fuera de lo que atañe a los fogones, no pude reprimir las lágrimas de emoción que me hicieron interrogarme también sobre esa empatía: la naturalidad era la respuesta. La naturalidad mueve la curiosidad, estoy convencida.

Así que, nobleza obliga, aquí os dejo una página que me encanta, por todo lo que acabo de contaros, y porque trascender está muy bien, pero trascender no es suprimir, al fin y al cabo si hay algo que puede importar mucho a una mujer es ¿como tengo el pelo? todos los minutos del día. La trascendencia y la inmanencia no se excluyen, al contrario cuanto más imbricadas mejor: "con chandal y con tacones, arreglada pero informal" , como diría Martirio, esdedesear.

http://www.nothingtowear.es/

2 comentarios:

Barbebleue dijo...

Bueno, el vestuario es también lenguaje. Nos expresamos y somos, nos afirmamos (con o sin poder) y estamos.

Nada más hiriente que el ninguneo y la invisibilidad.

Salu2

Esdedesear dijo...

Y que lo digas¡ Y habla más y mejor que las palabras. Son señas de identidad inconfundibles.
Estoy de acuerdo con lo del ninguneo y la invisibilidad. Realmente nos duele. Pero detrás de una copa igual menos ¿eh? je,je.(es broma)