martes, 16 de junio de 2009

Entre gusanos.

"He creído que la doctrina y la historia de un pueblo tan extraordinario merecerían la curiosidad de un hombre razonable. Para instruírme, he ido a encontrar a uno de lo más célebres cuáqueros de Inglaterra, quien, después de haber estado treinta años en el comercio, había sabido poner límites a su fortuna y a sus deseos, y se había retirado a un lugar en el campo cerca de Londres. Fui a buscarle a su retiro; era una casa pequeña, pero bien construída, llena de limpieza sin ornamento. El cuáquero era un viejo vigoroso que nunca había estado enfermo, porque jamás había conocido las pasiones ni la intemperancia: nunca en mi vida he visto un aire más noble ni más atractivo que el suyo. Estaba vestido, como todos los de su religión, de un traje sin pliegues a los lados y sin botones sobre los bolsillos ni en las mangas, y llevaba un gran sombrero de alas abatidas, como nuestros eclesiásticos; me recibió con el sombrero en la cabeza y avanzó hacia mí sin la menor inclinación de su cuerpo; pero había más cortesía en el aire abierto y humano de su rostro que la que hay en el uso de echar una pierna tras la otra y llevar en la mano lo que está hecho para cubrir la cabeza."Amigo, me dijo, veo que eres un extranjero; si puedo serte de alguna utilidad no tienes más que hablar.-Señor, le dije, inclinando el cuerpo y deslizando un pie hacia él, según nuestra contumbre, me honro en suponer que mi justa curiosidad no os desagradará, y que querréis hacerme el honor de instruírme en vuestra religión.-Las gentes de tu país, me respondió, hacen demasiados cumplidos y reverencias; pero no he visto todavía ninguno que tenga la misma curiosidad que tú. Entra y cenemos juntos primero."Hice todavía algunos malos cumplidos, porque no se deshace uno de sus costumbres de repente; y, tras una comida sana y frugal, que comenzó y acabó con una oración a Dios, me puse a interrogar a mi hombre. Comencé por la pregunta que los buenos católicos han hecho más de una vez a los hugonotes: "Mi querido señor, le dije, ¿está usted bautizado?- No, me respondió el cuáquero, y mis cofrades tampoco lo están.- ¿Como, pardiez, proseguí yo, no sois acaso cristianos? -Hijo mío, repuso con tono dulce, no jures, somos cristianos e intentamos ser buenos cristianos pero no creemos que el cristianismo consista en echar agua fría sobre la cabeza con un poco de sal.- ¡Eh, voto a Bríos!, proseguí yo, molesto por esta impiedad, ¿habeis pues olvidado que Jesucristo fue bautizado por Juan?- Amigo, nada de juramentos, insisto, dijo el bondadoso cuáquero, Cristo recibió el bautizo de Juan, pero Él no bautizó nunca a nadie; nosotros no somos discípulos de Juan, sino de Cristo,. ¡Ay!, dije, ¡Qué pronto os quemarían en un país con Inquisición, pobre hombre!(...) Respecto a la comunión ¿qué usos teneis?-No tenemos ningún uso, dijo- ¡Que! ¿No teneis comunión?- No , salvo la de lo corazones." Me echó un sermón muy bonito contra la comunión, y me habló en un tono inspirado para probarme que todos los sacramentos eran de invención humana, y que la palabra sacramento no se encuentra ni una vez en el Evangelio. "Perdona, dijo, mi ignorancia, no te he dado ni la centésima parte de las pruebas de mi religión; pero puedes encontrarlas en la exposición de nuestra fe por Robert Barclay; es uno de los mejores libros que jamás hayan salido de la mano de los hombres. Nuestros enemigos concuerdan en que es muy peligroso, lo que prueba cuán razonable es." Le prometí leer ese libro y mi cuáquero me creyó ya convertido.
A continuación me explicó en pocas palabras algunas singularidades que exponen esta secta al desprecio de los otros." Confiesa- dijo- que has tenido dificultad en no reirte cuando he respondido a todas tus cortesías con el sombrero en la cabeza y tuteándote; sin embargo, me pareces demasiado instruído para ignorar que en el tiempo de Cristo ninguna nación caía en el ridículo de substituir el singular por el plural. Decían a César Augusto; te amo, te ruego, te agradezco, ni siquiera soportaba que se le llamase Señor, Dominus. Sólo mucho después de él los hombres comenzaron a hacerse llamar vos en lugar de tú, con si fuesen dobles y a usurpar los títulos impertinenes de Grandeza, de Eminencia, de Santidad, que unos gusanos dan a otros gusanos, asegurándoles que son, con un profundo respeto y una falsedad infame, sus muy humildes y obedientes servidores. Para salvaguardarnos de ese indigno comercio de mentiras y de halagos, tuteamos igualmente a lo reyes y a los zapateros, no saludamos a nadie y no tenemos por los hombres más que caridad y respeto sólo por las leyes."
"Llevamos un traje un poco diferente al de los otros hombres, a fin de que sea para nosotros una advertencia continua de que no debemos parecernos a ellos. Los otros llevan las marcas de sus dignidades, y nosotros las de la humildad cristiana; huimos las reuniones de placer, los espectáculos, el juego, pues seríamos muy de compadecer si llenásemos con esas bagatelas los corazones que Dios debe habitar; nunca hacemos juramentos, ni siquiera ante la justicia; pensamos que el nombre del Altísimo no debe prostituirse en las disputas miserables de los hombres. Cuando es preciso que comparezcamos ante los magistrados para los asuntos de los otros (pues nosotros nunca tenemos procesos), afirmamos la verdad con un sí o un no, y los jueces nos creen simplemente bajo palabra, mientras que tantos cristianos perjuran sobre el Evangelio. Nunca vamos a la guerra; no es que temamos a la muerte, por el contrario, bendecimos el momento que nos une al Ser de los seres; pero resulta que no somos ni lobos , ni tigres, ni dogos, sino hombres, sino cristianos. Nuestro Señor, que nos ha ordenado amar a nuestros enemigos y sufrir sin protestar, no quiere sin duda que crucemos el mar para ir a degollar a nuestros hermanos, porque asesinos vestidos de rojo, con un gorro de dos pies de alto, enrolan a los ciudadanos haciendo ruido con dos palitos sobre una piel de asno bien tensa; y cuando, tras batallas ganadas, todo Londres brilla con iluminaciones, el cielo está inflamado de cohetes, el aire resuena con el ruido de las acciones de gracias, de las campanas, de los órganos, de los cañones, gemimos en silencio por estos crímenes que causan la alegría pública".
De "Cartas filosóficas. Sobre los cuáqueros" Por Voltaire.

Mientras escribo esto que os transcribo me ronronea en la cabeza el estribillo de una canción
!Cuánto hemos cambiado...¡ Y me pregunto ¿Cuándo hemos cambiado?, sobre todo algunos.
Voltaire, "dispensando su cara" (como se escucha decir a algunos viejos gallegos para hacerse perdonar un atrevimiento), lo mismo que creo yo, creía que lo que verdaderamente merece la pena es pensar sobre el espíritu, las costumbres y los usos de los pueblos, como fuente de ilustración para lograr una buena convivencia, luchando contra la intolerencia religiosa.

¿Cuándo hemos decidido tratarnos de usted entre gusanos? ¿Y por qué? ¿Qué pasiones nos mueven a fomentar las diferencias, a creernos mejores por sentirnos "muy originales", desde la vestimenta hasta el pensamiento, lo que sea con tal de impresionar.
Creo que toca rumiar ésto un poco ¿A qué apetece? Voy a seguir transcribiendo un par de cartas más, muy curiosas, sobre los cuáqueros, " La Sociedad de los Amigos", porque me caen muy bien y esdedesear.

4 comentarios:

pfp dijo...

Gracias Conchita, fantástico y Lo bien que viene

continúa si.

Esdedesear dijo...

Gracias a ti, Pilar. Esto de seguirnos sí que es una "comunión". Al leer tu entrada de "Azolán", me vino a la memoria esta lectura de las cartas de Voltaire que me habían gustado tanto en su momento y quise compartirlas con vosotros. Estupendo, un abrazo.

Josefina dijo...

De algún modo, Conchita, con nuestros comentarios entrelazados que tienen unos puntos de unión sin los cuales no sería posible tejer este universo de pensamientos tan hermoso, estamos elaborando, casi sin darnos cuenta, nuestra "sociedad de Amigos".
Te preguntas ¿cuándo hemos cambiado?

Y leo con deleite a Isaías:

Canción de la viña (Is 5, 1-7)

"Un viña tenía mi amigo en un fértil otero.
La cavó y despedregó y la plantó de cepa exquisita.
Edificó una torre en medio de ella y en ella, un lagar.
Esperó que diese uvas, pero dió agraces.
Esperaba de los hombres justicia, y hay iniquidad; honradez y hay alaridos.
¿Qué más se puede hacer por su viña?"

Esdedesear dijo...

Josefina, sí,parece que la cosa viene de lejos, quizás sería más inteligente preguntarse cuándo hemos empezado a ser sujetos morales y qué intereses hay detrás, que también los hay.
Estoy de acuerdo en que constituímos una "Sociedad de Amigos" en toda regla, al menos en cuanto que nadie se siente más inspirado que los demás y en que compartimos un mismo culto.Eso proporciona mucha alegría. Un abrazo.