-Pero, ¿cómo podeis discernir, insistí, si es el Espíritu de Dios el que os anima en vuestros discursos?-Cualquiera,dijo él, que ruegue a Dios para que lo ilumine, y que anuncie las verdades evangélicas que sienta, ese puede estar seguro de que Dios le inspira". Entonces me abrumó con citas de la Escritura que demostraban, según él, que no hay cristianismo sin una revelación inmediata, y añadíó estas palabras notables: Cuando haces mover uno de tus miembros, ¿acaso es tu propia fuerza la que lo mueve? No, sin duda, pues ese miembro tiene frecuentemente movimientos involuntarios. Es, pues, quien ha creado tu cuerpo el que mueve ese cuerpo de tierra. Y las ideas que recibe tu alma, ¿eres tú quien las forma? Aún menos, pues vienen pese a ti. Es pues el Creador de tu alma quien te da tus ideas; pero, como ha dejado a tu corazón libertad, da a tu espíritu las ideas que tu corazón merece; vives en Dios, actúas, piensas en Dios; no tienes, pues, más que abrir los ojos a esa luz que ilumina a todos los hombres; entonces verás la verdad, y la harás ver. -¡Eh, aquí tenemos al padre Malebranche puro y nudo!, grité yo,- Conozco a tu Malebranche, dijo él; era un poco cuáquero, pero no lo bastante" Estas son las cosas más importantes que he aprendido en lo tocante a la doctrina de los cuáqueros. En la próxima carta tendreis su historia, que encontraréis aún más singular que su doctrina"
De Cartas Filosóficas. Segunda carta sobre los cuáqueros." Por Voltaire.
A veces la lectura de textos con esta suerte de sencillez descriptiva que hace Voltaire es de una claridad tan meridiana que se hace insoportable y casi preferimos volver a ocultarnos detrás de esas metáforas filosóficas o científicas, llenas de verdades canónicas y vinculantes, como decía Nietzsche, tras las cuales nos sentimos tan a cubierto, tan cómodamente instalados, atrincherados, a la espera de alguna incursión dialéctica que justifique las complicidades que hemos asumido con el actual estado de cosas del que tanto nos solemos lamentar. Porque claro, ¿va a ser igual de respetable el discurso iluminado de esos "paletos" que profieren sonidos casi ininteliglibles que el de un "sabio" reconocido y cuya autoridad le hemos conferido tan democráticamente. Fácil, por otra parte, es aceptar el imperativo físico de un cuerpo que, muy involuntariamente por nuestra parte, nos somete con sus debilidades y miserias, pero ¿y las ideas?, ¿acaso no somos omnipotentes en ese terreno?. ¿Y no son mejores las ideas de unos que de otros? No hay, por ventura, algo que nos permita regocijarnos con lo meritorio de nuestras diferencias? Ya sé que el valor del "progreso", meta cuyo atractivo es el superior de la humanidad, sirve para justificar todos los pactos sociales que hemos firmado, tácita o implícitamente, y por cuyos contratos hemos instituído jerarquías en su mayor parte justas y necesarias pero en algunos nefastas y desalentadoras, preñadas de la voluntad de dominio de unos seres por otros y ajenas a esos estados que, como es el caso de estos cuáqueros, sentimos, de puro alejado, tan idílicos como un paraíso al que regresar, pero, no nos engañemos, no hay paraíso. Solo esdedesear. Como Malebranche, podemos ser un poco cuáqueros pero no lo bastante. Hay una tercera carta que también transcribiré.
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