lunes, 22 de junio de 2009

Conservar el fuego sagrado

Está siendo un poco largo y prolijo el tema de los cuáqueros, quizás la impresión de pesadez sea menor si nos paramos a pensar que sus principios éticos inspiran a las más importantes organizaciones internacionales de ayuda humanitaria. Hubo cuáqueros cuya implicación personal fue fundamental en la fundación de Greenpeace, Amnistía Internacional y Oxfam (ésta directamente fundada por el cuáquero Edith Pye). Ahí es nada. ¿Que sería el mundo sin ellas? Merece la pena consultar los orígenes de estas organizaciones indispensables para contrarrestar los desatinos de gobiernos y gobernantes. "Conservaron el fuego sagrado" Quizás también Voltaire vió la profunda verdad que sustenta sus convicciones, pues en sus siguientes reflexiones solo dedica una carta "a la religion anglicana"," a los presbiterianos", y "a los socinianos, o arrianos, o antitrinitarios", respectivamente. Aquí os dejo el inicio de la tercera sobre los cuáqueros y la cuarta completa. Y sinceramente, creo que soy bastante cuáquera, o al menos lo intento, porque esdedesear.

"Ya habeis visto que los cuáqueros fechan a partir de Jesucristo, que fue, según ellos, el primer cuáquero. La religión, dicen, se corrompió casi inmediatamente después de su muerte y permaneció en esa corrupción alrededor de mil seiscientos años; pero había siempre algunos cuáqueros ocultos en el mundo, que se cuidaban de conservar el fuego sagrado apagado en todos los demás sitios, hasta que al fin esta luz se extendió en Inglaterra en el año 1642.
En el tiempo en que tres o cuatro sectas desgarraban Gran Bretaña con guerras civiles emprendidas en nombre de Dios, un tal Georges Fox, del condado de Leicester, hijo de un obrero de la seda, se dedicó a predicar como un verdadero apóstol, según el mismo pretendía, es decir, sin saber leer ni escribir; era un joven de veinticinco años, costumbres irreprochables, y santamente loco. Estaba vestido de cuero de los pies a la cabeza; iba de pueblo en pueblo gritando contra la guerra y contra los clérigos. Sino hubiese predicado más que contra las gentes de guerra, no hubiera habido nada que temer; pero atacaba a las gentes de la Iglesia; pronto fue encarcelado. (sigue la tercera carta)

(De la cuarta carta)
Más o menos por ese tiempo apareció el ilustre Guillermo Penn, que estableció el poder de los cuáqueros en América, y que les hubiera hecho respetables en Europa, si los hombres pudiesen respetar la virtud bajo apariencias ridículas; era hijo único del caballero Penn, Vicealmirante de Inglaterra y favorito del duque de York, desde Jacobo II.
Guillermo Penn, a la edad de quince años, encontró un cuáquero en Oxford, donde hacía sus estudios; ese cuáquero le persuadió, y el joven , que era vivo, y de natural elocuente, y que tenía nobleza en su fisonomía y en sus maneras, ganó pronto a algunos de sus camaradas. Estableció sin ser notado una Sociedad de jóvenes Cuáqueros, que se reunían en sus casa; de tal suerte que se encontró siendo jefe de secta a la edad de dieciseis años.
De vuelta a casa de su padre el Vicealmirante al salir del colegio, en lugar de postrarse de rodillas delante de él y de pedirle su bendición, según el uso de los ingleses, le abordó con el sombrero en la cabeza, y le dijo: "Amigo, me alegro mucho de verte bueno". El Vicealmirante creyó que su hijo se había vuelto loco; pronto se dió cuenta de que era cuáquero. Puso en práctica todos los medios que la prudencia humana puede emplear para decidirle a vivir como otro cualquiera; el joven sólo respondió a su padre exhortándole a que él también se hiciera cuáquero.
Finalmente el padre se avino a no pedirle otra cosa sino que fuese a ver al Rey y al Duque de York con el sombrero bajo el brazo y que no les tutease. Guillermo respondió que su conciencia no se lo permitía y el padre, indignado y presa de desesperación, le echó de su casa. El joven Penn agradeció a Dios lo que sufría ya por su causa; se fue a predicar a la ciudad, donde hizo muchos prosélitos.
En los sermones de los ministros había cada día más claros; y como Penn era joven,hermoso y bien hecho, las mujeres de la Corte y la villa acudían devotamente para oírle. El patriarca Georges Fox vino del fondo de Inglaterra a verle a Londres por su reputación; los dos resolvieron irse a misionar a países extranjeros. Se embarcaron para Holanda, después de haber dejado obreros en número suficiente para cuidar la viña de Londres. Sus trabajos tuvieron un feliz éxito en Amsterdam, pero lo que les hizo más honor y lo que puso más en peligro su humildad, fue la recepción que les hizo la Princesa Palatina Elizabeth, tía de Jorge I, rey de Inglaterra, mujer ilustre por su espíritu y por su saber, y a la que Descartes había dedicado su novela de filosofía.
Vivía ella entonces retirada en La Haya, donde vio a esos amigos, pues así es como llamaban entonces a los cuáqueros en Holanda; tuvo varias conferencias con ellos, predicaron a menudo en su casa y, si no hicieron de ella una perfecta cuáquera, confesaron por lo menos que no estaba lejos del reino de los cielos.
Los amigos sembraron también en Alemania, pero recogieron poco. No gustó mucho la moda de tutear, en un país, donde siempre hace falta tener en la boca los términos de Alteza y de Excelencia.
Penn volvió pronto a Inglaterra, al tener noticia de la enfermedad de su padre; llegó a recoger su último suspiro. El Vicealmirante se reconcilió con él y le abrazó con ternura, aunque fuese de una religión diferente; Guillermo heredó grandes bienes, entre los que se encontraban deudas de la Corona, por adelantos hechos por el Vicealmirante en expediciones marítimas. Nada era menos seguro entonces que el dinero debido por el Rey; Penn se vio obligado a ir a tutear más de una vez a Carlos II y a sus ministros, para conseguir su pago. El gobierno le dio, en 1680, en lugar de dinero, la propiedad y la soberanía de una provincia de América, al sur de Maryland: aquí tenemos a un cuáquero hecho soberano. Partió para sus nuevos estados con dos barcos cargados de cuáqueros que le siguieron. Se llama desde entonces al país Pennsilvania, por el nombre de Penn. Allí fundó la ciudad de Filadelfia, que hoy es muy floreciente. Comenzó por hacer una liga con sus vecinos americanos. Es el único tratado entre esos pueblos y los cristianos que no haya sido jurado y que no haya sido roto. El nuevo soberano fue también el legislador de Pennsilvania; dio leyes muy sabias, ninguna de las cuales ha sido modificada desde entonces. La primera es no maltratar a nadie con motivo de su religión, y mirar como hermanos a todos los que creen en un Dios.
Apenas hubo establecido su gobierno cuando varios mercaderes de América vinieron a poblar esa colonia. Los naturales del país, en lugar de huir a los bosques, se conciliaron insensiblemente con los pacíficos cuáqueros: tanto como destestaban a los otros cristianos conquistadores y destructores de América, amaban a estos recién llegados. En poco tiempo, gran número de esos pretendidos salvajes, encantados por la mansedumbre de sus vecinos, fueron en masa a pedir a Guillermo Penn que los recibiera como vasallos suyos. Era un espectáculo completamente nuevo, ese soberano al que todo el mundo tuteaba, y a quien se hablaba sin descubrirse uno, un gobierno sin sacerdotes, un pueblo sin armas, ciudadanos completamente iguales, semejantes a la Magistratura, y vecinos sin envidias.

Guillermo Penn podía gloriarse de haber traído a este mundo la edad de oro de la que tanto se habla, y que probablemente no ha existido más que en Pennsilvania. Volvió éste a Inglaterra por asuntos de su nuevo país, a la muerte de Carlos II. El rey Jacobo, que había amado a su padre, tuvo el mismo afecto por el hijo, y no le consideró como un secretario oscuro sino como un muy gran hombre. La política del rey coincidía en esto con sus gustos; deseaba halagar a los cuáqueros aboliendo las leyes hechas contra los no-conformistas, a fin de poder introducir la religión católica a favor de esta libertad. Todas las sectas de Inglaterra vieron la trampa y no se dejaron coger en ella; siempre están unidas contra el catolicismo, su enemigo común. Pero Penn no creyó deber renunciar a sus principios para favorecer a los protestantes que le odiaban contra un rey que le amaba. Había establecido la libertad de conciencia en América; no quería parecer intentar destruirla en Europa; permaneció pues fiel a Jacobo II, hasta el punto de que fue generalmente acusado de ser jesuita. Esta calumnia le entristeció sensiblemente; se vio obligado a justificarse con escritos públicos. Sin embargo, el desdichado Jacobo II, que como casi todos los Estuardos era una mezcla de grandeza y debilidad, que como ellos hizo demasiado y demasiado poco, perdió su reino sin que pudiera decirse como sucedió la cosa.

Todas las sectas inglesas recibieron de Guillermo II y de su Parlamento esa misma libertad que no habían querido obtener de manos de Jacobo II. Fue entonces cuando los cuáqueros comenzaron a gozar, por la fuerza de las leyes, de todos los privilegios de los que están hoy en día en posesión. Penn, después de haber visto finalmente su secta establecida sin disputa en el país de su nacimiento, volvió a Pennsilvania. Los suyos y los americanos le recibieron con lágrimas de alegría como a un padre que volvía a ver a sus hijos. Todas sus leyes habían sido religiosamente observadas durante su ausencia, lo que no le había ocurrido a ningún legislador antes de él. Permaneció varios añós en Filadelfia; partió finalmente a su pesar para ir a solicitar a Londres nuevas ventajas en favor del comercio de los pennsilvanos; vivió a partir de entonces en Londes hasta una extrema vejez, considerado como el jefe de un pueblo y de una religión. No murió hasta 1718.
Se conservó a sus descendientes las propiedad y el gobierno de Pennsilvania, y a ellos vendieron al rey del gobierno por doce mil piezas de oro. Los asuntos del rey sólo le permitieron pagar mil. Un lector francés creerá quízá que el ministro pagó el resto en promesas y se apoderó de todos modos del gobierno; nada de eso; como la Corona no había podido satisfacer en el tiempo marcado el pago de la suma completa, el contrato fue declarado nulo y la familia de Penn recuperó sus derechos.
No puedo adivinar cuál será la suerte de la religión de los cuáqueros en América, pero veo que se depaupera diariamente en Londres. En todo país la religión dominante, cuando no persigue, acaba a la larga por absorber a todas las otras. Los cuáqueros no pueden ser miembros del Parlamento, ni poseer ningún oficio, porque habría que prestar juramento y ellos no quieren jurar. Se ven reducidos a la necesidad de ganar dinero por medio del comercio; sus hijos, enriquecidos por la industria de sus padres, quieren gozar, tener honores, botones y bocamangas; se avergüenzan de ser llamados cuáqueros y se hacen protestantees para estar a la moda"
De "Cartas Filosóficas. Sobre los cuáqueros." Por Voltaire.

7 comentarios:

Josefina dijo...

Esperaba el seguimiento de tu exposición sobre los cuáqueros; es muy interesante su origen, su historia, su filosofía de vida, esa vida peculiar, pero que invita a preguntarse, viendo nuestra demente sociedad actual, quienes son los "raros", y si simplemente no han tratado de seguir una "vida apartada", viviendo "piadosa y dignamente".
Difícil empresa, sumergidos en el mundo en que vivimos, es para muchos de nosotros un cambio radical de actuación, que no así para la esencia de nuestro vivir más íntimo, que guarda de forma especial el aroma que ellos irradian.
Se hace entonces posible decir, cuáqueros pero no del todo.
Conservemos "el fuego sagrado" de lo que haya en el alma, de paz y de bondad.

Esdedesear dijo...

Josefina, no podría esperar una comentarista como tu ni en el mejor de mis sueños. Empatizas con el tema que propongo y amplias mis modestos análisis con tus reflexiones, profundas en el fondo y bellas en la forma. Estableces una sintonía que motiva al alma a continuar reconociéndose.
Con respecto al tema que nos ocupa uno siempre tiene la duda de si es factible un regreso a estadios más originales porque se nos aparecen como los unicos dignos de ser vividos,incluso todo el mundo parece querer firmar este pacto de vida pre-convencional. Creo que no es necesario, me parece bastante con vivir una vida coherente con las convicciones, un auténtico compromiso con uno mismo. Aunque apetece, ¿verdad?. Un abrazo.

José António Lozano dijo...

Hay un antiguo dicho que dice: "en el mundo pero sin ser del mundo". Esto significa que no luchamos contra el mundo. Desarrollamos interiormente una vida que sigue aparentemente el convencionalismo del mundo pero persiguiendo el aroma de una vida más real. En realidad los caminos que se separan rdicalmente del mundo (circunstancialmente puede ser necesario)acaban fracasando.
Hay una tradición atribuida a Mahoma que cuando le preguntaron sobre cual el era el signo de las personas más desarrolladas respondió:
"Son hombres que toman alimentos y caminan por los mercados y nada hay en ellos que los signifique"
Los cuáqueros son realmente interesantes y me alegra mucho que los hayas traído hasta aqui.
Bueno, Conchita, acaban deponerme internet en casa (en Cabanas) y vuelvo también a mi blog.
Os dejo con el Canto de la Perla, del evangelio apócrifo de los "Hechos de Tomás". Avicena lo trata en su alegoría del exilio el alma

José António Lozano dijo...

http://www.geocities.com/origo_es/cantoperla.htm

pfp dijo...

Conchita "este" Voltaire, es una joya.
Bueno darte las gracias, que interesante¡ ... te veo yo a tí muy cuáquera,te lo digo cómo piropo desde luego ...juraría...

llego tarde como ves, pero no me pierdo una...

besos

Esdedesear dijo...

Hola Chiqui, mucho te agradezco tu comentario. Plasmas en él una imagen precisa que ilumina, como haces siempre, el "exilio" del alma y que supone un broche ideal a los comentarios de Voltaire sobre los cuáqueros. Andar como de puntillas sobre estos textos, seguir disfrutando de ellos, como el maravilloso del Canto de la Perla que nos ofreces, es una forma de conservar el fuego para que no se extinga la llama. Estoy de acuerdo en que no es posible una separación radical, eso sí que la apagaría. No queda más remedio que seguir en la tensión. ¡Y menos mal!
Me alegra saludarte, estaba preocupada, pensaba escribiros. Un abrazo y muchas gracias.

Esdedesear dijo...

Hola Pilar, yo también voy retrasada en la visita a tu blog. Voy a hacerlo ahora mismo, he estado un poco "cuáquera" estos días, al menos el lugar a donde fui era el ideal. Je,je.
Me alegra que te haya gustado, el esfuerzo de transcribirlos valió la pena solo por vuestra atenta mirada. Un abrazo.